El 30 de abril se cumplieron 28 años de un hecho que cambió la historia del tenis mundial. Ese día, pero de 1993, se arruinó la carrera de una de las mejores tenistas del planeta.

La serbia Monica Seles tenía 19 años, era número uno del mundo y había ganado ocho Grand Slam, que se sumaban a los 32 títulos que había levantado hasta ese momento.

Estaba jugando el torneo de Hamburgo en Alemania y sostenía una ventaja de 6-4 y 4-3 frente a la búlgara Magdalena Maleeva. El duelo se disputaba en la cancha central y era válido por los cuartos de final.

La calma habitual que reina en los partidos fue cambiada abruptamente por la sorpresa y conmoción. Una persona del público vulneró los controles de seguridad durante el cambio de lado y apuñaló por la espalda a la tenista, quien aguardaba la reanudación del juego sentada en el banco.

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La propia Seles contó detalles del momento en su autobiografía Getting a Grip: On My Body, My Mind, My Self. “Recuerdo estar allí sentada, con la toalla, pensando una sola cosa: ‘Solo dos juegos más’. Entonces me incliné para beber un poco de agua, tenía la boca seca”.

Esa simple acción la salvó de algo mucho más grave. “Los doctores me dijeron que si no me hubiese inclinado en ese preciso instante, hubiera tenido altas posibilidades de quedar paralizada. De repente, justo en el momento en el que mis labios tocaron el agua, sentí un terrible dolor en la espalda”.

“Había hundido el cuchillo en mi espalda, en la parte superior izquierda, a unos milímetros de la columna vertebral. Me caí de la silla, retrocedí un par de pasos y me desplomé en las manos de un hombre que había entrado en la pista para ayudarme”, describió.

Motivo del ataque

Las imágenes del ataque no fueron captadas por la transmisión, aunque se pudo ver cómo un guardia capturó por detrás y tomó del cuello al agresor, identificado como Günter Parche.

El alemán de 38 años tenía un fanatismo enfermizo por la germana Steffi Graf, a quien Seles desplazó de la cima de la clasificación, y que había sido reina absoluta hasta su aparición en el circuito profesional.

“Por aquel entonces, todo el mundo sabía que el atacante era un fanático trastornado que quería que Steffi regresara de nuevo a lo más alto del ranking”, explicó Seles.

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“Su objetivo en la vida pasó a ser quitarme de en medio y en Hamburgo lo cumplió. Sin embargo, siempre tuve fe en que la justicia alemana hiciera su trabajo sin que yo interviniera”, añadió.

Parche estuvo preso durante 6 meses, sin embargo, fue diagnosticado con enajenación mental y puesto en libertad, algo que afectó mucho a la zurda. “Reconoció haberme acuchillado y volvió a su vida normal mientras yo aún seguía recuperándome de una agresión que me pudo haber matado”, confesó.

Regreso

Tras un largo proceso de recuperación, Seles volvió a la cancha en agosto de 1995, con más de diez kilos de sobrepeso, en un torneo en Montreal que ganó. Un brillante regreso que lamentablemente se transformó en un espejismo.

Y es que la serbia luchó hasta su retiro, en junio de 2003, para recuperar su mejor versión, pero fue imposible. La pérdida de su padre, el desorden alimenticio, al ansiedad por resultados y la inseguridad tras el ataque, solo le permitieron ganar un solo Grand Slam, el Abierto de Australia de 1996.

“Algo que, irrevocablemente, cambió el curso de mi carrera y dejó dañada mi mente. La muestra de que una fracción de segundo puede cambiarte como persona para siempre”, señaló.

 

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Desde ese momento se abrió una de las más grandes interrogantes del deporte blanco: ¿qué habría pasado con la carrera deportiva de Monica Seles de no haber recibido ese brutal ataque?

Hoy Seles tiene 47 años y vive en Tampa, Florida. Está casada con el empresario Tom Golisano, con quien no tiene hijos. Ha jugado algunas exhibiciones y, además, ha brindado diversas charlas para concientizar sobre los trastornos alimenticios.