Es más usual de lo que se cree, pero no tan conocido, y causa estragos en el mundo del trabajo, afectando especialmente a mujeres: se trata del denominado síndrome del impostor.

Uno de sus principales síntomas es no sentirse lo suficientemente buena, apta o capaz para desempeñarse en un puesto, o incluso subir peldaños en la escala de la empresa, generando la sensación de ser una persona “impostora”. Si bien se trata de un problema interno, puede ser acrecentado por un entorno de inequidad de género.

Según Anabella Capetillo, gerenta de Diversidad e Inclusión de ManpowerGroup, “se trata de un síndrome que afecta transversalmente a mujeres de todo tipo y se caracteriza por dudar de las capacidades propias, sentirse poco competente y también por tener una baja autoestima”.

En efecto, incluso celebridades han reconocido síntomas de esta condición.

La actriz Michelle Pfeiffer alguna vez afirmó seguir “pensando que la gente va a descubrir que realmente no soy muy talentosa. Realmente no soy muy buena. Todo ha sido una gran farsa”.

La ganadora del Oscar, Kate Winslet, también ha manifestado que “a veces me despierto en la mañana antes de ir a filmar, y pienso: ‘no puedo hacer esto. Soy un fraude'”.

Margaret Chan, ex Directora de la Organización Mundial de la Salud, comentó que “hay un montón de gente que piensa que soy experta. ¿Cómo pueden creer eso de mí? Estoy muy consciente de todas las cosas que no sé”.

Miedo permanente al fracaso

Según explica Capetillo, “algunos factores que inciden en el desarrollo del síndrome del impostor son el perfeccionismo, la necesidad imperiosa de destacar en lo que haces y la excesiva autocrítica, complementado con un permanente miedo al fracaso, e incluso llegar a creer que las personas no tienen el suficiente criterio como para fiarte de sus halagos. En definitiva, una palabra que podría resumirlo a la perfección sería inseguridad“.

Sin embargo, existen formas de detectar este problema y enfrentarlo, eliminando el espejismo que impide avanzar y no solo conseguir los objetivos, sino que ser feliz en el trayecto.

Síndrome del impostor
Cedida

La especialista, que se desempeña en una compañía líder en soluciones de capital humano, agrega que “el primer paso para superar el síndrome del impostor es ser amable con uno mismo, perdonarse las fallas entendiendo que errar es humano y es parte del aprendizaje. Otro punto clave es ser capaz de reconocerse los logros y ¿por qué no? Premiarse”.

Otros aspectos que pueden incidir en la recuperación tienen que ver con aceptar que uno mismo tiene cierto grado de incidencia en las cosas positivas que ocurren y evitar caer en comparaciones con otras personas, porque todos somos distintos. “Cometer un error no te convierte en una farsante”, explica Capetillo.

Pero los síndromes también tienen cosas buenas, y algunas de ellas pueden servir incluso para cambiar el estilo de vida. En el caso del síndrome del impostor, ayuda a alejarse de situaciones de estrés en el trabajo, además de abrir nuevos caminos y poder comprender que la perfección no existe.

Anabella Capetillo finaliza explicando que “el haber estado en una situación de pandemia, tras un largo año de encierro, con presiones constantes y tal vez esa autoexigencia por mantenerse productiva y que el talento sea reconocido en el mundo laboral, puede ser la ocasión perfecta para conversar con uno mismo, hacerse ciertas preguntas y poder encontrar el camino. Porque trabajo y felicidad sí van de la mano“, concluye.