Cuando la profesora inglesa Emma Baldry se casó en el verano del 2009, tomando el apellido de su pareja, se debió enfrentar a un complicado problema: ¿Se sinceraba con sus alumnos? Y más importante aún, ¿cómo se los contaba? Finalmente, la mujer de 31 años encontró una didáctica forma de contarles.
Como detalló al medio británico Liverpool Echo, escogió decir la verdad “porque pasé demasiado tiempo viviendo como si no fuera yo, así que me prometí que no volvería a esconder mi sexualidad de nuevo”. Así que en una de sus clases de teatro, decidió solicitar un trabajo sobre la familia.
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“Hablamos sobre las familias que son de todas las formas y tamaños, incluyendo adoptados, familias de acogida, madres y padres solteros, padres de distinta raza y padres del mismo sexo. Les pedí a los chicos que trajeran fotos de su familia y traje una mía: mi esposa, yo y nuestro gato”, relató.
“Es mi forma de darle a entender a los chicos que mi clase es un espacio seguro para hablar de todo y que soy inclusiva”, agregó. Los niños se lo tomaron bien “fueron adorables. Me decía, ‘señorita, aún te amamos y si alguien le dice algo, lo alejaremos de usted’”, señaló. Fue en medio de esto que recibió una conmovedora carta de una de sus jóvenes estudiantes.
Te invitamos a leerla gracias a la traducción de Página 7:
“A la señora Baldry,
si no fuera por usted, creo que jamás habría ‘salido del closet’ en Risedale. Cuando llegué aquí estaba asustada de ‘salir’ en gran medida porque las palabras ‘gay’ y ‘lesbiana’ eran usados en ese tiempo como insultos, pero además porque nadie más que conociera hubiese ‘salido del closet’.Después escuché que usted lo hizo y como es una profesora, lo hizo más normal y aceptable. Después, usted comenzó a llevar a cabo asambleas y lecciones LGBT (siglas que designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) y esto cambió la opinión de muchos estudiantes y ‘asumir’ ya no era tan raro. Esto hizo mucho más fácil para mí lograrlo.
Saber que usted estaba ‘fuera del closet’ me hizo sentir que tenía alguien con quien hablar y a quien podía acudir. Era agradable tener clases que se basaban en relaciones gay y no siempre sobre parejas heterosexuales. Además, (…) me hizo sentir mucho mejor al saber que no era la única persona (lesbiana) en el mundo (manera en la que a veces me sentía)”.