Para muchos el alzheimer es una enfermedad maldita. La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (NLM) la define como una forma de demencia que afecta la memoria, el pensamiento y el comportamiento.

Quienes han convivido o conviven con personas que la padecen, saben que el día a día es complicado, pues además se debe estar pendiente todo el tiempo del afectado por miedo a que salga de la casa y no vuelva, por no recordar el camino.

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Algo así vivió el periodista español Miguel Ángel Antoñanzas, quien hace una semana perdió a su mamá. Para despedirla, le escribió esta emotiva carta, que fue ampliamente compartida en Facebook, según informó Emol.

“Hola Madre,

Parece que has decidido levantarte de ese banco de un brinco, has tirado el bastón y te has ido.

Sin más, sin despedidas, sin drama, sin dolor.

No tengo remordimientos de haberte querido…

Antes de que esa maldita goma de borrar de nombre alemán comenzara a limpiar tu memoria, pude decirte muchas veces que te quería y mucho, y tú te reías.

-Qué zalamero eres, me decías…

Luego ya comenzaste a adentrarse en ese laberinto mudo y ciego de la mente, y fue más difícil que me respondieras. Pero yo, por si acaso, te lo seguía diciendo, y te plantaba unos enormes besos en la mejilla, de los que te quejabas con gusto mientras me apartabas la cara con tus manos.

Te los daba, los besos, mientras paseábamos en Cantolagua, ese camino al lado del río.

En esos paseos, hablábamos de cosas de la familia, del pueblo, recordabas bien el pasado remoto, las caras de las viejas vecinas que te saludaban, pero olvidabas lo que habíamos comido ese día.

No te gustaba llegar al final del camino, cuando el asfalto se terminaba y continuaba la gravilla, preferías dar la vuelta de regreso a casa.

Hoy me cuentan que has dejado ese asfalto, que no has regresado, que te has marchado, sin bastón, sin memoria, sin despedidas.

Pero quiero que sepas que la memoria, junto con el bastón, nos la hemos quedado en casa, acariciándola, jugando con ella, pasándola unos a otros.

Es cierto que a veces se nos cae una lágrima, otras una sonrisa grande, pero sigue corriendo entre nosotros.

Las despedidas… No hacían falta… Tú siempre estarás en este banco, no habrá quizás besos en la mejilla, ni comentarios del pueblo, pero sé que estarás allí… Para siempre y que te seguiré diciendo que te quiero, hasta que yo también me levante del banco”.

Entre los comentarios, también se pueden leer las palabras de aliento de amigos, como Dinorah Rosas, quien escribió: “La memoria vive con el amor que profesamos”.

Estas palabras llegaron a varios, pues se sintieron identificados con esta prueba que les ha puesto la vida. Algunos compartieron sus experiencias, mientras que otros les comentaron que su despedida los hizo llorar.