Una historia similar a la de la película Bajo la misma estrella, es lo que viven Katie Donovan y Dalton Prager, de 24 y 23 años, dos jóvenes diagnosticados con fibrosis quística (FQ) que desafiaron los partes médicos y decidieron conocerse.
“Si alguna vez necesitas un amigo con quien hablar puedes contar conmigo”, le escribió Katie a Dalton. Pero el joven le respondió de fría manera con un “Disculpa, pero ¿te conozco?”.
De eso no pasaron más de tres días para que se quisieran conocer, pero los pacientes con esa enfermedad tienen prácticamente prohibido encontrarse cara a cara, debido al gran riesgo de transmitirse alguna infección que afectara más sus pulmones.
No obstante los chicos desobedecieran cualquier restricción y Katie fue a visitar a Dalton, pero terminó contagiada con Burkholderia cepacia, una infección que su amigo tenía y que puede resultar fatal para pacientes con FQ.

La reunión terminó en matrimonio dos años después, pero ambos estaban tan decaídos por su enfermedad que tuvieron que dejar sus trabajos, y comenzar a vivir conectados a máquinas de oxígeno.
En agosto de 2014, fueron ingresados al Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh, donde esperarían un trasplante de pulmones. Dalton fue el primero en recibirlos, esta no fue la suerte de su esposa, quien posteriormente recibió el alta médica por salud mental.
No obstante la joven tuvo que regresar al hospital pero se encontró con una desagradable situación al enterarse que había agotado sus hora de Medicare, un programa federal de seguros médicos para ancianos y personas con discapacidad, según lo informado por CNN.
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Debido a esto Katie debía esperar al menos 60 días para que el estado pudiera pagarle otra hospitalización, pero debido a su condición no tuvo otra alternativa que recurrir a un seguro público de su estado natal, siendo aceptada por la Universidad de Kentucky para esperar su trasplante.
Para colmo se enteró que la mayoría de los centros de salud no realizan un tratamiento para la enfermedad que contrajo de su enamorado (Burkholeria cepacia), y que los pacientes con estos casos complejos son derivados a hospitales grandes con mejor experiencia. Lamentablemente su seguro no los costea.

Actualmente y ante un diagnóstico que para Katie no supera el año de vida, los jóvenes de 23 y 24 años han comenzado una lucha para encontrar una salida al problema.
“Siento que le están poniendo un signo de dólar a mi vida. No quiero morir por culpa del dinero. Eso es estúpido. Nadie debería tener que hacer eso”.
Pero eso no es todo, ya que pese a la lucha para encontrar financiamiento, la pareja sólo puede relacionarse vía Skype.