“¡Apaga eso!” Un clásico de las madres cuando nos creemos estrellas de rock o pensamos que estamos en un concierto en pleno living de la casa. Y cuando nos estas decían que íbamos a quedar sordos, poco caso hacíamos. Pues bien, además de darles la razón, científicos estadounidenses han descubierto que nuestro cerebro también está en riesgo.
Según un reciente estudio de la Escuela de Ciencias Conductuales y Cerebrales de la Universidad de Texas, escuchar de forma continuada algún sonido o ruido demasiado alto puede modificar nuestro cerebro en relación a la interpretación del habla, provocando una importante dificultad para distinguir las características acústicas del discurso, según publica el medio español Muy Interesante.
El experimento consistió en seleccionar ratas afectadas por sordera moderada o severa tras un mes de exponerse a ruidos altos, observando que los dos tipos de pérdida auditiva afectaban a la zona del cerebro que procesa los sonidos, al igual que una región cerebral que se encarga de procesar sonidos relacionados con el habla. En el grupo de ratas con pérdida auditiva severa, éstas eran incapaces de distinguir entre ciertos sonidos, y además sus neuronas respondían con rangos de frecuencia más estrechos de lo normal, afirman los autores.
En el otro grupo, roedores con pérdida auditiva moderada, también se observaron cambios en la reacción de las neuronas, ya que respondían más despacio respecto al grupo de ratones sin pérdida auditiva, necesitando una estimulación más intensa para captar los sonidos. Pese a todo, estas ratas sí pudieron distinguir los distintos sonidos sin dificultad.
Este estudio cobra relevancia porque es primera vez que se constata cómo la pérdida de audición provocada por el ruido, afecta al reconocimiento de los sonidos del habla en el cerebro.
Michael Kilgard, coautor de la investigación publicada Ear and Hearing, la publicación oficial de la American Auditory Society, señala que así como se han fabricado máquinas y dispositivos electrónicos más potentes, también ha crecido enormemente el potencial de causar un daño permanente.
“Incluso los reproductores de mp3 más pequeños pueden alcanzar niveles de volumen que son altamente perjudiciales para el oído en cuestión de minutos”, afirma Kilgard.
En el mismo contexto, el fonoaudiólogo, especialista en audiología y académico de la Universidad de Chile, Mario Bustos, asegura que escuchar música a alta intensidad daña regiones del oído que utilizamos para diferenciar lo que la gente nos dice, acelerando el deterioro de éste, su envejecimiento.
“No es raro que en algunos casos extremos nos topemos con jóvenes que les moleste cuando les hablan muy fuerte, y, al mismo tiempo, se quejen de que no entienden cuando les hablan a baja intensidad (…) es la reacción que podemos ver en los abuelos. Eso pasa por abusar del volumen, principalmente en aparatos individuales como reproductores de mp3”, agrega el profesor.