Puede que alguna vez hayas escuchado a alguien decir que le duelen los huesos por el frío. Si bien no hay evidencia científica que lo respalde, varios especialistas indican que sí existe una relación entre el malestar y el cambio del tiempo.

Y las personas que más sufren con esto son los pacientes crónicos y aquellos que se recuperan de lesiones, como fracturas.

Según indicó la jefa del reumatología del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragonza, España, Concha Delgado al medio El País, se han realizado varios investigaciones sobre la relación entre el clima y el dolor articular, en los que no se han encontrado resultados significativos.

Sin embargo, un estudio del 2011 en pacientes con artitris reumatoide arrojó que algunos eran sensibles al cambio meteorológico, específicamente a los cambios de la presión atmosférica.

Hay algo que tiene que quedar claro (…) todos tenemos un equilibrio con el clima local, son los cambios en dicho clima local los que pueden producir un aumento de dolor“, explicó Delgado.

¿A qué se debe esta relación? De acuerdo a la profesional, la presión atmosférica produce un impacto biofisiológico sobre el cuerpo.

Dolor de articulaciones, dolor de muñeca, dolor y frío
Pixabay (CC)

“En nuestros tejidos hay receptores nerviosos que recogen lo que acontece en cada zona de nuestro cuerpo. Estos receptores son de dolor, de temperatura y también de presión (…) Un ejemplo muy sencillo: si acercas un dedo a una fuente de calor y te quemas, la retirada del dedo es porque el impulso del dolor llega al cerebro que manda inmediatamente una orden para retirar el dedo”, señaló.

Y agregó: “El cuerpo, por otro lado, tiene diferentes tejidos con distintas densidades: tendones, músculos, huesos (…) y parece posible que con los cambios de presión atmosférica, los distintos tejidos se pueden contraer o expandir cada uno de distinta forma”.

Este cambio de forma en los tejidos del cuerpo, hace que los distintos receptores trasmitan más impulsos de dolor al cerebro “e incluso que los impulsos de presión o de temperatura sean transformados y sentidos como dolor“, indicó la especialista.

“Esto no quiere decir que nuestras articulaciones o nuestros huesos se deterioren más con un cambio de tiempo, sino que los receptores encargados de transmitir los impulsos de dolor están más sensibles y más activos, y eso es lo que registra nuestro cerebro: dolor”, concluyó.