Ya lo cantaba Daniela Romo en 1983 en su disco homónimo. Los celos son enfermizos, impulsivos y a veces -cuando se exageran- logran confundir la realidad de las cosas.

Claro que, una cosa es desconfiar de la pareja o celarla indiscriminadamente, pero otra muy distinta es que por culpa de aquello la relación no termine con un “no eres tú, soy yo”, sino que con una sentencia de tribunales.

Viajamos mentalmente hasta los Emiratos Árabes Unidos, una tierra en donde -a pesar de la apertura- aún es muy fuerte la carga machista en la sociedad completa.

Todo parte cuando una mujer comenzó a sospechar que su marido le era infiel. Fue allí que analizó cómo corroborarlo, y es en ese minuto en que se le ocurrió lo más fácil, lógico y natural: revisarle el teléfono celular.

Esperó que se quedara dormido, desbloqueó el patrón y todo quedó al descubierto. En ese momento, el marido despertó e hizo lo que toda persona infiel hace, en forma muy torpe: se hizo el ofendido.

A tanto llegó su enojo que demandó a su mujer por “violar su privacidad” al revisar el celular y ver conversaciones.

Lo más sorprendente es que la justicia de ese país ¡condenó a la mujer!, sí, así como lo lee. Le dieron tres meses de prisión.

Esta ley fue creada por el presidente de los Emiratos, Jalifa bin Zayed Al Nahayan y posibilitó esta condena en contra de la mujer.