Los terremotos son manifestaciones de nuestra naturaleza terrestre y como chilenos hemos pasado varios sismos sobre 7 grados en la escala de Richter, sin señalar que tenemos el récord mundial con el terremoto más intenso registrado en la historia y que golpeó a Valdivia el 22 de mayo de 1960, con una magnitud de 9.5 grados Richter.

En este contexto, cuando sentimos un temblor gran parte de los chilenos sabemos qué hacer para protegernos de un terremoto, como recurrir a la controversial técnica conocida como el “triángulo de la vida” o situarse al lado o bajo una mesa o cama, tomando en cuenta que son muchísimos los sismos que experimentamos cada cierto tiempo.

Sin embargo, pese a que podríamos estar acostumbrados a estos movimientos telúricos, igualmente existen personas que experimentan un miedo terrible a los sismos. Esa sensación de pavor y las ganas de salir corriendo aunque no sepamos hacia dónde es algo que de seguro han experimentado muchos chilenos.

Este miedo irracional también se conoce como ‘tremofobia’. Según el psicólogo José Luis Rojas, del centro Hipnsalud, la tremofobia responde a un “instinto de supervivencia y se caracteriza por un temor persistente, excesivo e irracional a los movimientos telúricos“.

Rojas señala que a partir de esta sensación podemos caer con facilidad en la histeria o desconcierto, lo que nos expone a mayores riesgos y, de paso, expone a quienes están junto a nosotros.

La sensación de miedo está directamente relacionada a las ganas de escapar, indicó el psicólogo Andrés Canales, académico de la Universidad Diego Portales, en conversación con Emol, quien agregó que cuando experimentamos miedo “aumenta la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la glucosa, se dispara la adrenalina y la sangre tiende a movilizarse hacia los músculos, que eventualmente nos pueden hacer huir, como son las extremidades inferiores”.

Y es que el pavor que se experimenta en una situación así, hace que el cuerpo se prepare lo mejor posible. En este sentido, como hay más sangre en las piernas, tendemos a correr más rápido de lo que normalmente lo hacemos. También “se dilatan las pupilas y baja la temperatura corporal, pues se necesita luz y claridad para saber por dónde pasar”, y si existen otras necesidades en ese momento, como ganas de ir al baño, estas pasan a segundo plano porque lo primero es escapar y buscar refugio.

De todas formas, el mismo experto aclaró que pese a esta intensa sensación, la parte racional del cerebro siempre estará alerta, y en ese momento es cuando se deben tomar las decisiones adecuadas, y en el caso que el miedo sea extremo, es recomendable tener una lista de acciones o protocolo para saber qué hacer en ese momento. “Esta reacción automática del cuerpo tiende a descontrolar a la gente, pero si tiene en su mente y por escrito una lista de cosas que hacer, las instrucciones en caso de… se va a tender a seguirlas al pie de la letra“, aseguró.