Hace unos días se cumplieron 20 años de una verdadera hazaña. El 25 de mayo de 2001 Erik Weihenmayer llegó al techo del mundo.

Ese día se convirtió en la primera persona no vidente en escalar el Everest, la montaña más alta de la superficie terrestre con una altitud de algo más de 8.800 metros, ubicada en la cordillera del Himalaya.

El estadounidense tenía 33 años y, además, fue uno de los pocos alpinistas en escalar las legendarias “Siete Cumbres”, las montañas más altas en cada uno de los continentes.

Erik conquistó el Aconcagua (Argentina), el Kilimanjaro (Tanzania), el monte Elbrus (Rusia), el macizo Vinson (Antártida), el Kosciuszko (Australia) y el Jaya (Indonesia), sumado al Everest (frontera entre China y Nepal).

Hacia el techo del mundo

El aventurero perdió la visión a los 14 años debido a una retinosquisis congénita, una extraña enfermedad hereditaria ligada al cromosoma X. Las madres actúan como transmisoras de la afección, pero no la padecen.

A los 16 años, ya completamente ciego, le llegó una invitación que cambió su vida para siempre. “Recibí un boletín en braille sobre un grupo que contactaba a chicos ciegos para escalar montañas no muy grandes”, consignó Infobae.

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El adolescente se inscribió impulsado por sus padres, descubriendo una habilidad que fue puliendo poco a poco, pese a no poder ver.

De acuerdo a CNN, se unió al club Arizona Mountaineering, donde desarrolló el montañismo solo como pasatiempo. En 1995, a los 27 años, decidió subir el Denali, el pico más alto de América del Norte.

Ese fue su impulso para llegar al Everest seis años después. Las estadísticas no lo ayudaban: de todos los que intentaban hacer cumbre, solo el 10% lo lograba y más aún, ninguno era ciego.

Incluso, parte de su equipo dudaba de su habilidad. Y es que trepar el Everest con un ciego parecía algo imposible, pudiendo fácilmente arruinar una expedición cara y peligrosa.

Al año siguiente de la hazaña del Everest, Erik trepó el Elbrus y el Kosciuszko, los dos montes que faltaban para completar las legendarias “Siete Cumbres”.

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“Ver” con la lengua

Como si fuera poco todo lo que ha asimilado durante su vida, al aventurero le tocó aprender a “ver” con la lengua, algo que suena bastante raro.

Desde 2004, Erik utiliza el Brain Port, un dispositivo de sustitución sensorial. El invento, desarrollado por el neurocientífico estadounidense Paul Bach-y-Rita, transforma imágenes en impulsos eléctricos que su portador recibe en la boca.

“Parecía de ciencia ficción. Me permitió ver en mi primer viaje en kayak por las aguas del Gran Cañón que hice en 2014. Ver, pero no con los ojos, con la lengua”, consignó eldiario.es.

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Actualmente Erik tiene 53 años y es padre de dos hijos. Se dedica a dar conferencias y motivar a grandes empresas a vencer sus dificultades. También ha escrito libros sobre su vida, que también ha sido abordada en algunos documentales.