La noche del sábado, en un nuevo capítulo de La Divina Comida, Priscilla Vargas fue una de las invitadas y abrió las puertas de su casa.
Al entrar a su departamento, lo primero que llamó la atención fue una pequeña mesa en la que había un ícono de la Virgen María y una lámpara de sal.
“Esto es muy importante en mi casa siempre, la recepción. Yo soy súper creyente, y uno agradece. Yo soy cristiana ortodoxa”, explicó.
Además, contó que “esta lámpara de sal no se apaga nunca. La compré hace como cuatro años y nunca se ha apagado”.
Luego, enseñó el living: “Lo que yo busco dentro de mi departamento es que sea muy iluminado. En las esquinas donde se concentran las energías, uno tiene que poner una planta”.
“Este cuadro lo elegí porque en mi familia somos puras mujeres”, comentó al mostrar una gran pintura que estaba sobre el sofá.
También, dio a conocer un cuaderno de recortes sobre ella: “Esto es absolutamente hecho por mi mamá, que es mi fan número uno“.
“Una de las cosas que me gustó de este departamento es la vista, es como estar en Santiago, pero fuera de Santiago”, explicó, ya que desde su terraza se apreciaban cientos de árboles.
Finalmente, mostró su rincón favorito, que era la mesa de los recuerdos, donde tenía los Copihue de Oro que ganó. Además, tenía tierra santa que trajo desde dicho lugar.
Entre sus preciadas posesiones también estaban los regalos de sus hijas Josefa y Catalina: “Ellas tienen la obligación de no hacerme regalos comprados para el día de las madres o para mi cumpleaños”.