En entrevista con el programa web Reyes del drama, el actor Patricio Achurra, de actuales 73 años, repasó su trayectoria en cine, teatro y televisión, y las fuertes diferencias salariales que existen hoy en día entre los papeles protagónicos y los secundarios.

Sin embargo, uno de los temas principales que se abordaron en la conversación fue su paso por La Madrastra, que fue emitida en 1981, marcando un precedente, ya que antes era mal mirado el trabajo actoral en televisión.

“En Canal 13 nos sentíamos deslumbrados con un tremendo equipo de producción, técnico. Fascinados. Cuando el 13 la produjo, la puso en horario estelar y en un mes este grupo de actores empezó a hacerse famoso“, aseguró el ex alcalde y concejal de Paine.

Además, recordó cuando La Tercera hizo un experimento social, paseando por el Paseo Ahumada a dos de sus personajes: el mismo Patricio Achurra, que era Leonello Ibáñez, y Sonia Viveros, que dio vida a Claudia Molina. Los transeúntes, impactados, se agolparon para pedirles autógrafos y saludarlos. “Fue un cambio enorme”, rememoró el actor.

Patricio Achurra Reyes del drama
Patricio Achurra | Reyes del drama

Patricio también analizó lo importante que fueron las teleseries chilenas en el país entre los años 80′, 90′ y la primera década de los 2000. “Descubrieron que los chilenos podíamos hacer teleseries tan buenas como las que llegaban de afuera, pero con una identificación que estos productos no producían. Es una pena, porque ese orgullo se perdió hace mucho rato. Ahora ven teleseries turcas y las encuentran tan cercanas como las nuestras“, lamentó.

Cambio generacional

Por otro lado, reflexionó sobre cómo fueron variando con el tiempo las temáticas abordadas en estas producciones dramáticas, donde en los ochenta algunos personajes tenían actitudes o costumbres que hoy serían bastante cuestionables social o moralmente.

En la época de La Madrastra no se podía ni decir poto o culo. La sexualidad era más pacata, más sugerida que mostrada”, indicó.

En esa línea, el actor dijo sentir que ahora existe una explotación excesiva de vender “carne por carne”, sin que haya necesariamente arte detrás de eso. “Cuando se hace así, creo que pierde encanto. Me parece más encantador que se sugieran situaciones“, concluyó.