Las fotos de Carolina Leiva, una chilena de 34 años, desde hace poco más de un año comenzaron a aparecer en las páginas policiales con su seudónimo de “Scarlett Johansson”.

Sin embargo, las redacciones no ahondaban en su parecido con la actriz de Hollywood: la noticias eran por sus fraudes, que le permitieron llevar una vida de lujos y codearse con los “ricos y famosos” de nuestro país.

Sus estafas ascienden a $3 mil millones y sus víctimas fueron transversales: clínicas estéticas, joyerías, tiendas, familiares, particulares, bancos y taxistas.

En marzo de 2017 fue detenida por primera vez tras romper medidas cautelares en su contra, entre ellas, el arresto domiciliario, tal como se aprecia en el video que encabeza esta nota.

La primera semana de abril de este año, Leiva fue condenada a “5 años de presidio en juicio abreviado”, pena que cumplirá en libertad vigilada, según detalló diario La Cuarta. La determinación judicial la obligará a firmar periódicamente, acreditar domicilio, un trabajo o estudios.

Se trata de una pena más alta que las aplicadas en general por delitos económicos, por lo que podría haber una apelación.

“ABC1”

El fiscal jefe de la Fiscalía de Alta Complejidad Oriente, Felipe Sepúlveda, detalló al matutino que la mujer sacó provecho de su buena apariencia para sumergirse en un mundo de lujos y de gente acomodada económicamente. Residía en Vitacura, conducía automóviles costosos, usaba joyas y vestuarios de alto valor.

“Ella vivía una vida con bastante ostentación y lujo, razón por la cual gastaba mucho”, relató. Además, recordó que cuando Leiva vulneró el arresto domiciliario “siguió delinquiendo”, lo que evidenció un “comportamiento compulsivo”.

Sepúlveda añadió que “Scarlett Johansson” tenía debilidad por las joyas y por los eventos sociales donde acudían famosos.

Una nota de prensa de Televisión Nacional sumó antecedentes: la mujer fingía tener profesión, realizaba grandes compras con cheques sin fondos o de cuentas cerradas -incluso adquirió propiedades- y tenía varias deudas con clínicas estéticas.

La policía la describió como simpática y muy preocupada por su apariencia.

Incluso, una vez le aseguró a un taxista que era funcionaria de la Fiscalía de Las Condes y que el organismo pagaría los constantes viajes. El hombre le creyó y nunca intuyó que en realidad movilizaba a alguien que debía firmar ante los Carabineros de esa comuna. La deuda por esos traslados sobrepasó los $337.000.

Por último, en un archivo de 2017, Chilevisión sostuvo que la mujer entró “a influyentes círculos sociales en donde se codeó con reconocidas actrices nacionales. Con esto, persuadía a las víctimas que era una socialité”. A través de Instagram se jactaba de su estilo de vida. Su cuenta en esa red social ya no está operativa.