El 3 de febrero se dio inicio oficialmente al calendario de vacunación en Chile, que partió esa semana dándoles prioridad a los adultos de la cuarta edad, es decir, personas mayores de 80 años.

Desde entonces el proceso ha continuado con gran éxito, pues de hecho nuestro país está en el top de los más rápidos a nivel mundial, y la última semana de marzo ya se contabilizan casi tres millones de inoculados mayores de 60 años.

La población que se fue sumando después corresponde a personal de salud, estudiantes en práctica clínica, además de funcionarios de Sename, residencias sanitarias y Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM).

Personal con funciones esenciales de atención directa a la ciudadanía, trabajadores de farmacia y laboratorios, personal de Fuerzas de Orden y Fuerzas Armadas, y quienes realizan funciones críticas de Estado también aparecieron en la lista de personas que debían recibir la inoculación en esos primeros días.

Marzo

Con la llegada del tercer mes del año, se sumaron a la lista los pacientes dializados, trasplantados o con diagnóstico de cáncer en tratamiento, además de quienes tuvieran enfermedades autoinmunes. 

En paralelo, los centros de vacunación comenzaron a inyectar también las segundas dosis, y desde el Ministerio de Salud advirtieron que los pacientes con patologías crónicas deben presentarse con algún documento que acredite su condición (receta médica, certificado, carnet de crónico o registro interno del establecimiento de salud).

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Luego, la semana del 15 de marzo, otro gran grupo de riesgo integró también la lista de prioridades en el plan de vacunación: Onemi, Conaf, Bomberos y Gendarmería (presentando su credencial vigente). También el personal de empresas de transporte -terrestre, aéreo y marítimo- y quienes trabajan en servicios básicos como recolección de basura, desechos sanitarios, plantas de producción de químicos, funerarias y cementerios.

En ese punto también comenzaron a aparecer las personas del Grupo 1E: casos de asma bronquial, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfermedad renal crónica, enfermedad hepática crónica, cardiopatías, obesidad, enfermedades autoinmunes, inmunodeficiencias adquiridas y congénitas (incluyendo el Síndrome de Down) y cáncer en tratamiento, entre otras.

Comorbilidades poco mencionadas

Las estadísticas indican que Chile es uno de los países donde más se ha visto un aumento de peso en la población durante la pandemia: un promedio de 7.5 kilos extra por persona.

A lo largo del 2020 muchos incursionaron en la cocina, pero en su mayoría con preparaciones altamente calóricas. El encierro se prolongó, y las opciones de delivery con comida chararra se volvieron también muy atractivas.

Un estudio realizado por la consultora internacional Ipsos reveló que el promedio global de aumento de peso es de 6.1 kilos. El más alto lo tiene México, con 8.5.

En esa línea, cabe mencionar que las personas con un índice de masa corporal (IMC) superior a 30, entran en el rango de obesidad y, por ende, deben vacunarse lo antes posible. Por eso, el llamado es a realizar este cálculo y, en caso de alcanzar esa cifra, asistir lo antes posible a un centro para recibir su primera dosis.

El doctor Alex Escalona, jefe del Programa de Obesidad y Diabetes de Clínica Universidad de los Andes, explica que el peligro más grande lo enfrentan en este momento las personas jóvenes. En ellas, dice, la obesidad ha aparecido como un factor de riesgo de hospitalización, requerir ventilación mecánica, hospitalizaciones más prolongadas y mayor tasa de mortalidad. Las personas obesas tienen de cuatro a seis veces más posibilidades de morir por contagio de coronavirus.

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Es posible que este riesgo se relacione al estado de inflamación crónica que caracteriza a las personas con obesidad. Se cree que los pacientes en su tejido graso producen y liberan mayor cantidad de sustancias llamadas proinflamatorias, las que facilitan el daño en diferentes órganos y tejidos del cuerpo por parte de distintos agentes infecciosos como el coronavirus (SARS-CoV-2).

Salud mental

Otras comorbilidades que figuran en la lista y que no han sido lo suficientemente difundidas son la bipolaridad y la esquizofrenia, condiciones asociadas a la salud mental y que requieren diagnóstico y tratamiento.

La psicóloga y terapeuta transpersonal Pamela Huaracán explicó a Página 7 por qué este tipo de paciente debe recibir la vacuna lo antes posible.

Hay estudios recientes que sugieren puede haber algo exclusivo en la esquizofrenia,o en los medicamentos que se usan para tratarla, que pueden predisponer a los pacientes a ser menos capaces de tener una respuesta inmune adecuada a la infección, lo que los hace menos eficientes en la lucha contra los virus”, dijo la profesional, quien ha atendido a sus pacientes vía online a lo largo de toda la pandemia, a través del centro Terapias Orquídea.

En el caso del trastorno bipolar, aclaró que el riesgo “se debe a sus características multisistémicas, que afectan no solo la regulación del estado de ánimo, sino también a la función inmunológica y al estado cardiovascular“.

“Independientemente de que la persona esté bajo tratamiento farmacológico, el trastorno bipolar se asocia a un incremento del riesgo de trastornos metabólicos respecto a la población general“, añadió, dando así a entender lo peligroso que podría ser un contagio de COVID-19 en estos casos.

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