A pesar de estar intubado y en una aparatosa camilla, la satisfacción iluminó el rostro de Ibrar Ahmed Iftikhar cuando, tras 48 días en la UCI por COVID-19 en Barcelona, sus médicos lo sacaron a la calle para que pudiera ver el mar.

Allí lo esperaba su familia, a quienes no había visto desde que fue ingresado en el Hospital del Mar de Barcelona. Recibió caricias, besos y cariños que él, con una traqueotomía, respondió con sonrisas o moviendo los labios tratando de pronunciar palabras.

Su mujer le agarró la mano; su hermano y su hermana le acariciaron el rostro. Su hijo Hussnain, de 18 años, apenas se despegó de él, vigilando que estuviera bien y tapándole con las sábanas cuando la brisa marítima refrescó el ambiente.

Nunca había estado tanto tiempo separado de mi padre. Nos llevamos muy bien, tenemos una conexión muy buena y tantos días sin verle, sin hablar con él ni él conmigo, han sido duros”, aseguró el hijo de este paquistaní de 52 años, instalado en Barcelona desde hace más de treinta.

AFP
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“Estábamos 24 horas, siete días a la semana pendientes de la llamada del médico, de qué nos dicen. Además, mi padre tiene una familia muy grande y estábamos todos pendientes”, reveló también el joven.

Aunque separados por miles de kilómetros de distancia, la familia que dejó en su país no quiso perderse la oportunidad de verlo. Conectados por videollamada, su madre, sus hermanas y otros parientes fueron desfilando por la pantalla de un teléfono frente a él, que les saludó con la mano.

Humanización del paciente

La camilla blanca, rodeada por un grupo de funcionarios de salud en batas blancas y verdes, llamó la atención de los transeúntes del paseo junto a la playa, donde antes de la pandemia lo habitual era encontrarse con turistas, patinadores y jóvenes con ganas de divertirse.

La iniciativa forma parte de un programa lanzado en este hospital de la segunda ciudad española para “humanizar” las estancias en la UCI e “incidir en el bienestar físico y emocional de los pacientes”, explicó la doctora Judith Marín, intensivista del hospital.

Para poder acceder a estas salidas, el paciente debe haber dado ya negativo de COVID-19 y haber avanzado notablemente en su recuperación. Aun así, salen monitorizados, enganchados al respirador y con un equipo de reanimación de emergencia a los pies de la camilla.

El proyecto, que en un futuro plantea el acceso de mascotas en la UCI, nació antes de la pandemia, pero esta lo ha hecho más necesario que nunca por el aislamiento total del enfermo.

“No es solo salir de las cuatro paredes del box de la UCI, sino además hacerlo en un entorno natural como es el paseo marítimo y encontrarse con los familiares de manera física”, concluyó la doctora.