El pasado lunes la justicia española inició el juicio por la muerte de Gabriel Cruz, un niño de ocho años presuntamente asesinado por su madrastra, quien podría recibir la pena máxima.

Durante esta instancia, la acusada Ana Julia Quezada, relató qué sucedió el día del crimen. Según su testimonio, ese 27 de febrero de 2019 llevó al niño a la finca familiar, según consigna el medio El Mundo.

“Dio vueltas por el jardín, yo quito la alarma y ventilo la casa. Luego entró Gabriel por la habitación del medio con un hacha en la mano. Le digo: ‘Deja el hacha que te puedes hacer daño’. ‘Calla, que tú no me mandas, que eres fea, que yo no quiero que estés con mi padre, que yo quiero que mi padre se case con mi madre, vete a tu país’“, relató Quezada.

“(El niño) me dijo: ‘Negra, fea, que te calles, tú no me mandas’. Y yo sólo quería que se callara, sólo quería que se callara”, añadió la imputada, revelando que en ese momento le tapó la nariz y la boca al menor.

Entre lágrimas, la mujer señaló que cuando soltó a Gabriel, le puso la mano en el pecho y comprobó que ya no respiraba. “Me quedé ahí un rato y después me puse a fumar como loca. Salía, entraba, no sabía lo que hacía. Veo una pala y decido hacer un agujero“, relató fríamente.

Captura Youtube
Captura Youtube

Según su testimonio, cavó el hoyo sin esfuerzo. Posteriormente regresó a la habitación, le quitó la ropa al niño y lo arrastró hasta ese lugar para enterrarlo.

“Fui a coger el hacha porque se le quedó una manita fuera a Gabriel. Le golpeé con la zona cortante (…) Creo que le di uno, con la cabeza girada, mirando a otro lado (…) No pude y ya le tapé con la tierra. Se veía un bulto y yo lo allané, lo emparejé”, relató.

“Mi intención era que se callara. No llamé a nadie porque no pude decírselo a nadie“, reconoció. Tras eso, Ana Julia admitió que guardó la ropa del menor en un armario de la casa de la abuela. “A las seis me llama Ángel (su pareja) y me dice que su madre no encuentra al niño. Yo fui a casa de Juancar, un amigo nuestro”, añadió sobre el momento en el que comenzó a participar en la supuesta búsqueda.

Finalmente admitió que se tomaba cinco pastillas de diazepam diarias para poder calmar su conciencia.