El ultraderechista noruego Anders Behring Breivik, autor de la masacre que dejó 77 muertos en 2011, abrió el martes el juicio en apelación sobre sus condiciones de detención haciendo un saludo nazi que le valió una reprimenda del tribunal.

Breivik, condenado en 2012 a 21 año de prisión por la matanza de Utoya, le ganó en abril un juicio al Estado por sus condiciones de detención, que provocó estupor, en particular entre los familiares de las víctimas.

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La justicia concluyó en primera instancia que el régimen de detención del ultraderechista implica un trato “inhumano” y “degradante” que violaba la Convención Europea de Derechos Humanos.

El Estado noruego, que insiste que respetó escrupulosamente el Estado de derecho frente al peor ataque en su territorio desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, apeló inmediatamente la decisión.

En prisión, el extremista de 37 años dispone de condiciones confortables con tres celdas en donde puede ver televisión, jugar a juegos electrónicos o utilizar aparatos para hacer gimnasia, utilizar una computadora y leer diarios y revistas.

Pero la justicia llegó a la conclusión en abril que su régimen de aislamiento prolongado y la ausencia de medidas para compensar este régimen severo constituyen un trato “inhumano” y “degradante”.

En cinco años y medio de detención, el extremista sólo tuvo contacto con custodios de la prisión, abogados, personal de salud, religiosos, siempre detrás de una pared de vidrio y con la excepción de una breve visita de su madre antes de su fallecimiento.

Las conclusiones de la justicia también cuestionaban los cacheos corporales potencialmente “humillantes”, el recurso sistemático a las esposas y en los primeros momentos de su detención que lo despertaran regularmente durante la noche.

Este nuevo juicio corre el riesgo de volver a abrir en Noruega la cicatriz de este ataque. Breivik acostumbra provocar públicamente.

El 22 de julio de 2011, Breivik había perseguido durante más de una hora a los participantes de un campamento de verano de la Juventud Laborista, atrapados en la isla de Utoya. El ultraderechista asesinó a 69, en su mayoría adolescentes.

Un poco antes había matado a ocho personas haciendo estallar una bomba cerca de la sede del gobierno a Oslo.

Este martes, como lo hizo al comenzar el juicio en primera instancia, Breivik ingresó al gimnasio de la prisión de Skien (sur), adonde se desarrolla el juicio, haciendo un saludo nazi en dirección de la prensa, un gesto hiriente para los familiares de las víctimas.

El gesto le valió inmediatamente una reprimenda. “Es un comportamiento insultante hacia la dignidad de la Corte y que perturba lo que debemos examinar”, declaró el juez Oystein Hermansen que preside los seis días de procedimiento.

Con traje oscuro, la cabeza pelada y una tupida barba, Breivik se comprometió a no repetir el gesto.

Los tres magistrados de la Corte de apelación deberán también pronunciarse sobre otro punto, esta vez planteado por el extremista.

En abril la justicia dio razón al Estado, que filtra estrechamente la correspondencia de Breivik para impedirle formar una red capaz de perpetrar nuevos ataques.

Breivik estima que ello viola el artículo 8 de la Convención de Derechos Humanos que garantiza el derecho a una vida privada.

El estado mental del detenido también será analizado. Su abogado, Oystein Storrvik, estima que “el Estado no implementó medidas concretas para solucionar la vulnerabilidad mental de Breivik”.

El fiscal general, Fredrik Sejersted, estima en cambio que “no hay pruebas de que Breivik tiene problemas físicos o mentales por sus condiciones de detención”.