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¿De dónde viene la tradición de usar anillos de compromiso?

William Warby (cc) | Flickr
William Warby (cc) | Flickr

Todos podríamos pensar que los anillos de compromiso son tan antiguos como la institución misma del matrimonio, sin embargo, esta “tradición” no tiene tanto tiempo como otros símbolos de amor que servían para simbolizar la promesa de una unión.

Por ejemplo, durante el 1800, algunos hombres norteamericanos ofrecían dedales; luego de la boda, la punta del dedal se cortaba y así se creaba un anillo, según consigna el portal estadounidense Mental Floss.

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Por otro lado, una costumbre inglesa, implicaba la división de una pieza de oro o plata en dos partes, una para de cada uno de los novios, y luego bebían una copa de vino para formalizar el compromiso.

Ahora si nos remontamos aún más atrás, también existían anillos esponsales en el siglo XIII en Roma, cuando los cristianos adoptaron la tradición, luego que el Papa Inocencio III, declarara un mandato que obligaba a las parejas a esperar un tiempo entre el compromiso y el matrimonio. Esos anillos eran simples bandas de hiero, y más tarde de oro.

En ese contexto, la costumbre de usar los anillos de compromiso en el dedo anular de la mano izquierda, viene de una creencia romana y griega que cree que existe una vena especial, llamada en latín “Vena Amoris”, y que en español sería “La vena del amor”, la que corre directamente desde ese dedo al corazón.

El tema de los diamantes, vino mucho después. El archiduque Maximiliano de Austria, fue el primer hombre del que se tenga conocimiento, en presentar a su novia con un anillo de diamantes en 1477, pero estas piedras brillantes no fueron populares fuera de la aristocracia hasta una campaña de marketing masivo impulsada por la compañía sudafricana DeBeers en la década del 30.

De acuerdo al medio estadounidense The Atlantic, De Beers manipuló tanto la oferta como la demanda luego del descubrimiento masivo de las minas de diamantes en Sudáfrica, a finales del siglo 19. “Solo manteniendo la ficción de que los diamantes eran escasos y valiosos, ellos podían proteger sus inversiones y manejar los precios de los diamantes“, escribió el autor del artículo, Uri Friedman.

Así, la compañía organizó un cartel que controlaba todos los aspectos de la industria del diamante, y contrató a una agencia publicitaria de Nueva York para que creara una campaña que reforzara el diamante como un símbolo de estatus.

A fines de los 40, un redactor de la agencia N.W. Ayer, escribió un famoso eslogan para la compañía: “Un diamante es para siempre“. Esta campaña alentó a los consumidores a que vieran los anillos como una herencia familiar, y desde entonces su venta comenzó a inflarse.