Nadie está libre: encerrados para cambiar es la nueva apuesta de Canal 13 que lleva un poco más de un mes al aire. El programa éxito en sintonía consiste en que un grupo de jóvenes descarriados vivan un día en la cárcel luego de los intentos fallidos de sus padres por disciplinarlos.

De acuerdo al medio nacional BioBioChile, ha sido tanto el impacto de la apuesta nocturna que incluso ha llegado a ser trending topic y tema de conversación entre los chilenos. Y es que la exposición de diferentes jóvenes rebeldes a la vida de convicto no ha dejado a nadie indiferente.

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El pasado miércoles 19 de octubre mostraron las historias de Matías (19), Max (24) y Juan Pablo (24), los que tuvieron que realizar un recorrido por la ex Penitenciaría de Santiago, donde no sólo se impactaron de cómo es la vida en prisión, sino que obtuvieron más de una lección.

En este nuevo capítulo los adolescentes trabajaron con los internos y recibieron comentarios de los mismos sobre las actitudes y vicios que tenían y de qué debían mejorar. Luego de terminar la experiencia, los tres rebeldes y sus padres se mostraron conmovidos por el daño que se estaban haciendo.

El portal de noticias se puso en contacto con uno de los protagonistas de la historia, Juan Pablo Lucero, quien contó sobre su experiencia en el programa y del progreso en su tratamiento contra sus adicciones.

Según indicó, sintió mil emociones al verse en la cárcel, pues no sabía que era lo que iba a suceder ahí dentro. “Son mil cosas las que se te pasan por la cabeza. Es un mundo muy distinto a lo que uno está acostumbrado. Sentí miedo por mi integridad física igual”, contó.

Pero para él, lo que sin duda más lo impactó fue la realidad que se vivía ahí dentro y, que incluso gente de buena situación económica estuviera tras las rejas, recordando el caso de un hombre que llevaba 12 años preso por una situación en una fiesta y que no conocía a su hija.

Lucero expresó que el programa lo ayudó a abrir los ojos, a ver en lo que podría llegar a convertirse y a tomar conciencia de que nada en exceso es bueno.

Ahora, estudia ingeniería en construcción y trabaja al mismo tiempo, apelando a que su vida va por un rumbo completamente diferente. Además, asiste a terapia familiar, lo que lo ha ayudado en la relación con su madre, con quien cambió su actitud.

“Antes con mi mamá no pasaba momentos del día, no la veía, no le hablaba. Era pura pelea. Ahora conversamos, pasamos tiempo juntos, vamos al mall en familia, compartir una tarde, un almuerzo o una once”, confesó.

Aseguró que “me siento mucho mejor. Obviamente uno tiene que tener círculos de amigos, pasarlo bien, compartir, pero no en exceso. La familia es lo primero. Lo primero que le dije a mi mamá cuando salí es que la amaba y que le pedía perdón”.