Un doble homicida que dio muerte a un padre y su pequeño bebé, para posteriormente tratar de quitarle la vida a un magistrado durante el juicio, finalmente fue ejecutado el pasado martes 14 de marzo.

James Bigby, de 61 años, se transformó en el cuarto interno en Texas, Estados Unidos, durante este 2017, en recibir efectivamente la inyección letal de pena de muerte.

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El 23 de diciembre de 1987, Bigby, quien tenía antecedentes de esquizofrenia paranoica, entró a la casa de su joven amigo Michael Trekell, de 26 años, en Arlington, y le disparó de manera fatal. Pronto dirigió su mirada al bebé de cuatro meses, Jayson. Intentó sofocarlo con papel celofán que encontró en la cocina, donde estaba preparando la cena junto a su amigo, pero no lo logró y finalmente lo ahogó en el lavaplatos.

Además del crimen cometido en vísperas de Navidad hace casi 30 años, también lo acusaron de planear el asesinato de otros dos hombres, aunque nunca lo intentó de manera formal. La teoría indica que los sujetos supuestamente habían, en ‘convenio’ con Trekell, conspirado contra él en una disputa que Bigby tenía con sus antiguos empleadores.

Sumado a lo anterior, durante el juicio el ex mecánico de autos tomó una pistola cargada y la apuntó en contra del juez Don Leonard, durante el receso en una de las audiencias. Afortunadamente, el propio magistrado y uno de los fiscales pudieron reducirlo y quitarle el arma, evitando la tragedia.

A pesar de las declaraciones de diversos especialistas, y la intención de la defensa de declarar inimputable a Bigby por sus trastornos psiquiátricos, finalmente el jurado denegó la opción.

El juicio, sin embargo, se extendió hasta 2008, cuando finalmente la pena de muerte fue declarada de manera incontrarrestable.

La ejecución

30 años después llegó su momento. Los oficiales a cargo de su custodia en las últimas horas dijeron que Bigby no pudo parar de llorar antes de ser llevado a la sala de ejecuciones y mostró arrepentimiento por sus crímenes.

Mientras estaba atado a una camilla con un goteo intravenoso directo a su brazo, se dirigió a la familia de sus víctimas para pedir perdón.

“Espero que esto les traiga paz y lo siento por todo el dolor y el sufrimiento. Espero que puedan perdonarme, pero si no lo hacen, lo entiendo. No creo que yo pudiera perdonar a alguien que hubiera matado a uno de mis hijos“, dijo el sentenciado con voz vacilante, según contaron los gendarmes.

Cuando las drogas comenzaron a hacer efecto, oró diciendo “Lo prometo, lo siento”, varias veces y luego comenzó a cantar “Jesús me ama”. Pronto, respiró intensamente un par de veces, roncó y finalmente todos sus movimiento se detuvieron. Catorce minutos después de recibir la inyección letal, Bigby fue declarado muerto. Eran las 18:31 horas.

Después de la ejecución la hermana del señor Trekell, Deborah Trekell-Jameson, publicó una declaración diciendo que fue testigo de la muerte no para juzgar a Bigby, sino que para “vivir la conclusión de lo que él comenzó con mi familia hace casi 30 años… cuando cometió aquel crimen tan atroz”, consignó Mirror.