Cuando la estadounidense Amy Oestreicher terminaba la secundaria, parecía tener la vida perfecta: quería ser una estrella de teatro musical, recibía clases de voz de un prestigioso profesor y acababa de firmar con una agencia de talentos. Tenía buenas notas y un promisorio futuro académico. Pero detrás de su sonrisa, se ocultaba un secreto…

Un adulto cercano a su familia abusaba sexualmente de ella. “En vez de decirle a alguien, me insensibilicé. Por seis meses, salí de mi cuerpo y pretendí que no ocurría”, como explicó a la revista femenina Cosmopolitan.

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Cuando fue aceptada por la Universidad de Michigan en un programa de teatro, decidió contarle a su madre sobre el abuso. Pero antes de que pudiera ir a terapia, comenzó a sentir un fuerte dolor de estómago y su vientre comenzó a lucir distendido, así que la llevaron al médico. Allá, el especialista dijo “probablemente es gas”. Iban de camino a otro hospital a hacerle rayos X, cuando sus mejillas se hincharon: estaba llena de presión y dolor.

Cosmopolitan
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En el hospital, los cirujano abrieron su torso de urgencia y se encontraron con su cuerpo lleno de fluidos, sus intestinos negros y muertos. Ambos pulmones habían colapsado y debieron hacerle una trasfusión con 122 unidades de sangre. Si hubieran esperado un minuto más para abrirla, “habría muerto”.

Amy fue estabilizada y pasó al menos 6 meses en coma. Mientras, los médicos estaban en shock, porque como no sufría ninguna enfermedad, no sabían por qué había pasado tal cosa. Cuando despertó, se sintió aliviada de haber escapado de su abusador y se dio cuenta de que su familia prácticamente vivía en el hospital para acompañarla.

Hasta que los médicos llegaron a contarle la mala noticia: no habían podido salvar su estómago. “No puedes comer ni beber”, le dijeron. Un sorbo de agua o una rodaja de cebolla podía matarla. Tendría que pasar por varias cirugías reconstructivas antes de conseguirlo.

The Mighty
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Durante años, apenas pudo caminar por la fuerte disminución de peso. Tenía que estar constantemente conectada a una vía que la alimentaba y acompañaa a donde fuera. Se volvió esquiva y callada. Se torturaba viendo el canal de cocina. “Estaba TAN sedienta. Estaba obsesionada con el líquido. Me pasaba horas con la cabeza bajo una llave de agua o fuentes, sólo para sentirla en mi rostro”, explicó.

Cuando cumplió 20, decidió audicionar para una obra musical en la ciudad, pensando en que podría hacer los coros. “Por algún milagro, ¡obtuve el protagónico. Podía actuar incluso atada a bolsas y tubos. Arriba del escenario comencé a sentirme más como yo misma”.

Ese año, atravesó su cirugía número 13 y le dieron luz verde para volver a comer. Si primer bocado en años fue un pedacito de waffle, pero rápidamente se dieron cuenta que su sistema digestivo estaba lleno de fistulas (agujeros anormales) y que aún era muy pronto para que comiera con normalidad. Tuvo que esperar tres años más para volver a hacerlo.

En su obra "Gutless and Grateful" | Cosmopolitan
En su obra “Gutless and Grateful” | Cosmopolitan

Un día, enloqueció, le quitó una botella de agua de su mano y corrió al estacionamiento. “¡Me voy a tragar esto! ¡No me importa lo que ocurra!”, gritó. Nada pasó y desde entonces que ha podido volver paulatinamente a su vida normal. Hoy, es la protagonista de su obra teatral autobiográfica: Gutless and Grateful (sin entrañas y agradecida). Se casó con un adorable joven llamado Brian, a quien conoció en una web de citas y volvió a la universidad.

“Sin mi experiencia, jamás habría conocido a toda esta gente ni habría escrito mi show. He aprendido que las dificultades son una bella oportunidad de tomar un camino que no esperabas”, concluyó.

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