Si bien el sexo puede ser un ingrediente clave en nuestras relaciones amorosas, o parte de nuestro día a día, la sexualidad sigue siendo un tema tabú del que no se acostumbra hablar ya sea por vergüenza o incomodidad.

Mucho menos se discute sobre aspectos relacionados a esta y de los que no se tiene mucha información a la mano, como son las parafilias, pautas de conducta en las que se busca la obtención del placer sólo a través de conductas, situaciones u objetos que no suelen ser aceptados por la sociedad. Esto básicamente porque el entorno social en que nos desarrollamos tiende a dividir las prácticas y tendencias sexuales como “normales” o “desviadas”, en base a criterios culturales que con el tiempo van cambiando.

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En el caso específico de las parafilias, la comunidad científica ha intentado explicar la base de este tipo de conductas, caracterizadas por deseos sexuales “poco comunes”. En ese sentido, el sexólogo y psicólogo Antoni Bolinches, señala al medio español ABC.es, que “las parafilias son gustos que van más allá de lo aceptado. Dan lugar a comportamientos sexuales que en teoría son minoritarios, aunque quizás no lo sean tanto, porque lo cierto es que hay una gran ocultación del comportamiento sexual“.

Cabe señalar que estos comportamientos sólo son considerados como parafilias cuando están presentes al menos durante 6 meses, de manera constante, y cuando producen un malestar clínicamente significativo, según detalla la Asociación de Psiquiatría Americana (APA).

Se entiende que la mayoría de las personas puede mostrar inclinaciones hacia situaciones u objetos para integrar a su vida sexual, la diferencia es que “una persona parafílica destaca por la insistencia y la exclusividad con que su sexualidad se centra en las acciones u objetos en cuestión, sin los cuales el orgasmo suele ser imposible de alcanzar”, según detallan los autores James Butcher, Susan Mineka y Jill Hooley en el texto Psicología Clínica.

Este tema ha generado un gran debate entre psiquiatras y psicólogos. Mientras algunos las consideran a las parafilias como psicopatologías, otros se inclinan por hablar simplemente de preferencias sexuales y dejar fuera de la discusión influencias judiciales o morales. También hay quienes ponen el foco en el consentimiento entre adultos y/o el daño producido a terceros.

Tomando en cuenta todo lo anterior, es que el manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales (DSM-IV-TR), una especie de catálogo que clasifica enfermedades psiquiátricas y recoge los últimos avances, reconoce ocho parafilias distintas:

El fetichismo: Deseos o fantasías sexuales a partir de prendas de vestir o partes del cuerpo
El travestismo fetichista: Placer sexual por el contacto o por vestirse con prendas pertenecientes al sexo opuesto.
El voyeurismo: Excitación y placer sexual a través de la observación de personas desnudas o teniendo sexo
El exhibicionismo: Realizar actos sexuales en público de forma espontánea y excesiva.
El sadismo sexual: Obtención de placer a través del dolor de otra persona.
El masoquismo sexual: Actividades sexuales que incluyen ser golpeado, atado o padecer sufrimiento,
La pedofilia: Fantasía o deseo sexual con niños o predadolescentes.
El frotteourismo: rozarse con una persona en contra de su voluntad.

En una categoría adicional se incluyen otros trastornos como: escatología telefónica (excitación por realizar llamadas obscenas), la necrofilia (deseo sexual por cadáveres) y la coprofilia (excitación sexual ante las heces).

Tratamiento:

En opinión de Antoni Bolinches, dado que “la pulsión sexual es difícil de reprimir, es mejor canalizarla, y sustituir esa parafilia que genera problemas por una conducta más aceptable”, eso sí, reconoce que “el índice de éxito es bajo”, y que pasa principalmente porque el afectado debe estar cien por ciento consciente de que quiere corregir esa conducta.

Cabe señalar que las parafilias afectan más a los hombres, y algunos investigadores sugieren que “la vulnerabilidad masculina a estas pautas puede estar muy vinculada a su mayor dependencia de las imágenes sexuales”. Mientras la excitación sexual femenina depende más del contexto emocional, en los hombres es más importante el estímulo físico. Por ello, los hombres se inclinarían más por la vinculación del placer con situaciones y objetos que normalmente no tienen carga erótica.

Por último, es importante aclarar que la cultura es la que define lo “normal”, y los avances científicos junto a la influencia cultural han ido actualizando el catálogo de trastornos mentales asociados a prácticas sexuales. Por eso es común escuchar a personas que actúan como si las normas sexuales de su época y su cultura, fueran las únicas correctas, por lo que se muestran intolerantes con aquellos que no comparen esas normas.