Con sólo 16 años el tirador con arco Ricardo Soto se transformó en la gran revelación del deporte chileno en los Juegos Olímpicos de Río 2016, tras meterse en octavos de final en su disciplina y quedar eliminado literalmente por milímetros.
Pero tras su excelente participación en Brasil el joven debe volver a su realidad y de regreso en nuestro país, y en su querida Arica, el colegio es su nuevo desafío y el pizarrón y cuadernos sus nuevos blancos.
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Aunque sus compañeros y profesores del colegio Adolfo Beyzaga Ovando lo recibieron como la verdadera estrella que es, pronto el éxito de quedar entre los mejores 16 del mundo en su especialidad pasa al olvido y se transforma en un alumno más… y uno que además tiene que recuperar clases, materia y pruebas.
“Perdí hartas pruebas, pero sobre todo materia. Igual aprendo rápido y una compañera me facilita los cuadernos. Los voy a fotocopiar”, cuenta Ricardo, que a pesar de tener un promedio 6, debe poner especial énfasis en las materias donde tiene algunos problemas, principalmente en área humanista.
“No le gusta mucho el inglés escrito, es bueno para escuchar y hablar. Y tiene una ortografía de los mil demonios heredada de mí”, reveló indiscreta su madre Francisca Pedraza a LUN.
Lo cierto es que entre viajes, competencias y concentraciones previas a los Juegos Olímpicos, incluidos torneos por ranking, fechas de la Copa del mundo de Tiro y un panamericano, Ricardo no ha ido mucho al colegio, pero ahora, sin más desafíos deportivos por delante en lo que queda del año, debe volver a enfocarse en terminar su tercero medio.
“Este año no me quedan competencias internacionales para el ranking mundial, sólo unos amistosos, así que voy a aprovechar de estudiar más para terminar bien tercero medio”, consignó El Gráfico.
“He ido súper poco (al colegio). Todos los viajes fueron de una semana. Echo de menos estar con mis compañeros y lesear un rato”, confiesa el destacado joven que gracias al decreto 290 del ministerio de Educación, que ampara el desarrollo de los deportistas de élite, puede faltar al colegio sin tener problemas con el promedio de asistencia, aunque tendrá que rendir pruebas los sábados, mientras el querido “Cabro chico” decide si dar o no la PSU el próximo año y al mismo tiempo comienza desde ya su preparación para el próximo gran sueño de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.