Algunas parejas pueden dejar marcas imborrables en nuestras vidas, a pesar del paso de los años. ¿Pero podrían dejar otro tipo de recuerdos? Según varios registros literarios, científicos e históricos, se empieza a sospechar que los hijos que una mujer tenga con una pareja posterior podrían lucir similares al ex, a pesar de que no vuelva a haber contacto con el susodicho.

De hecho, este fue el argumento de la novela “Madeleine Ferat”, escrita por el francés Zola, tal como informa el portal noticioso ABC España. Escrita en 1868, narra las historias de Madeleine, quien se enamora de un cirujano. Como suele ocurrir con muchas relaciones, después de un tiempo terminan y deciden separar sus caminos.

Madeleine termina casada con un gran amigo de este cirujano. El gran problema: la hija de Madeleine y William tiene un gran parecido con Jacques, el ex novio, a pesar de que la distancia y el tiempo transcurrido aseguran que la pequeña no fue fruto de una infidelidad.

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Esta alocada historia vuelve a repetirse en una novela brasileña, “Don Casmurro” y hasta aparece en algunas de las observaciones del filósofo Aristóteles. Pero la gran pregunta es, ¿puede ocurrir esto en el mundo natural?

El primer caso reportado en el mundo animal fue documentado en la Royal Society de Londres en 1820. Un noble inglés quería domesticar una cebra que hoy está extinguida, llamada cuaga. Esta se caracterizaba por tener un pelaje pardo rojizo y el lomo y cuartos traseros sin rayas.

Para tener una, cruzó a una cuaga macho con una yegua árabe, obteniendo híbridos parecidos a la cebra. Lo impresionante fue que al volver a cruzar esta yegua con otro caballo árabe, las crías salieron con razgos de la cuaga. “No cabe duda de que el cuaga ha afectado al carácter de la descendencia que posteriormente ha engendrado el caballo negro”, afirmó Darwin.

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El biólogo alemán August Weismann bautizó este fenómeno como telegonía y varios decían observarlo en las mujeres viudas tenían hijos con su segundo marido, los cuales a veces tenían características parecidas a la ex pareja. A pesar de que la idea fue desterrada de la ciencia hace un buen tiempo, una reciente investigación en moscas logró demostrar su existencia.

S.Raj (cc) | Flickr
S.Raj (cc) | Flickr

La investigación, publicada en la revista Ecology Letters, demostró que existe la herencia no genética en estos insectos. Para probarlo, cruzaron moscas inmaduras con machos grandes y pequeños. Cuando ya eran fértiles, volvieron a cruzarlas, encontrando que “a pesar de que el segundo macho engendró la descendencia, el tamaño de la progenie lo determinaba el de la anterior pareja sexual de la madre”. 

Los investigadoras señalan que nada es eterno, ni siquiera los dogmas de la ciencia:“Podemos imaginar que durante el coito millones de espermatozoides que contienen ADN se depositan en el cuerpo de la hembra y los que no se utiliza en la fertilización son absorbidos por el mismo. Si este ADN extraño se llega a incorporar en las células somáticas y los óvulos inmaduros, la descendencia podría mostrar esta influencia en su constitución genética, y de ese modo proporcionar otra base para telegonía”, argumentó Yongsheng Liu, del instituto Henan de Ciencia y Tecnología de Xiangsiang.