Hay mujeres que acusan una irritabilidad mayor, depresión o incluso ansiedad una o dos semanas antes de tener la menstruación, pero acaba tras los primeros días de sangrado, o al terminar el mismo. Durante el síndrome premenstrual, a veces es normal tener esas sensaciones, pero de forma más leve. Esta situación, llamada trastorno disfórico premenstrual (TDPM) puede llegar a incapacitar la vida diaria de la mujer.

Entre sus posibles causas, “todavía no muy explícitas”, se encontrarían los factores genéticos o hereditarios, o bien los factores hormonales, según subraya la psicóloga Marián del Álamo, que ha escrito junto a la dietista-nutricionista Miriam Vitoria Losantos ‘Mi ciclo menstrual. Una perspectiva integral: psicología y nutrición’ (Oberon).

Al tiempo, apunta que el TDPM es más frecuente entre las mujeres de 20 a 35 años, o en aquellas con ciclos más irregulares.

“Tener ciertos síntomas premenstruales es normal. De hecho, conocerte y saberlos identificar es maravilloso para ir relacionándote con tu ciclo e ir conociendo más sobre cómo se relaciona contigo. Ya sea como predicción de este, o como autoconocimiento, para poner acción en el autocuidado durante el mismo”, explicó.

Ahora bien, sí advirtió que si los síntomas son “extremadamente incómodos y severos” se podría hablar del trastorno disfórico premenstrual, que padecen entre el 5-8% de mujeres.

“Provoca alteraciones emocionales más severas que el simple cambio antes de la menstruación, además de somáticas, lo que lleva a la mujer menstruante a una dificultad por sobrellevar actividades cotidianas. Por ello es tan importante detectarlo y ponernos manos a la obra en su trabajo, porque así podremos mejorar, sobre todo, la calidad de vida”, añadió.

Diferencia del trastorno disfórico menstrual con el síndrome premenstrual

Según precisó la especialista, lo que diferencia el TDPM del síndrome premenstrual es que “es muy exacerbada la sintomatología”, de forma que incapacita a la mujer en su vida diaria.

“Te viene la regla y te incapacita porque tienes una tristeza muy intensa, irritabilidad, ira, estás tensa en exceso. El cansancio es extremo, todo te afecta a la concentración, eres incapaz de concentrarte, presentas ataques de pánico, incluso comes de forma compulsiva, lloras o tienes un mal humor muy exacerbado”, agregó.

El síndrome premenstrual, según prosiguió Del Álamo, son síntomas que generan malestar y que nos avisan que va a venir la regla, pero en el trastorno de disforia premenstrual hay ciertas variables que avisan de que hay algo más: “Mucha sintomatología que incapacita más y es más molesta y con mucho hincapié en esa parte emocional y somática de la persona”.

De hecho, precisó que el trastorno está recogido en el DSM-V o ‘Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales’ de la Asociación Americana de Psiquiatría, la guía que clasifica todas las patologías de salud mental, y los criterios diagnósticos del TDPM comprenden la presencia de al menos 5 síntomas.

Al menos algunos de ellos son: tristeza, desesperanza o autodesaprobación; tensión, ansiedad o impaciencia; estado de ánimo marcadamente lábil, al que se añade llanto frecuente; irritabilidad o enfado persistentes y aumento de los conflictos interpersonales.

En concreto, señaló que han de estar presentes en la última semana antes del inicio de la menstruación, empezar a mejorar unos días después del inicio de la misma, o desaparecer en la semana después de la menstruación.

A su vez, indicó que uno o más de los siguientes síntomas también han de estar presentes: pérdida de interés por las actividades habituales, a lo que puede asociarse un cierto distanciamiento en las relaciones sociales; dificultad para concentrarse; sensación de fatiga, letargia o falta de energía.

También se presentan cambios acusados del apetito, que a veces pueden acompañarse de atracones o de antojos por una determinada comida; hipersomnia o insomnio; sensación subjetiva de estar rebasada o fuera de control; síntomas físicos como hipersensibilidad o crecimiento mamario, dolores de cabeza o sensación de hinchazón o ganancia de peso, con dificultad para ajustarse la ropa, el calzado o los anillos.