Si realmente cuidas tu piel, el protector deberías usarlo diariamente, no importando la época del año.

Pero si aún así tienes uno guardado desde el año pasado, ten en cuenta estos consejos para saber si te sirve para esta temporada.

Seamos claros. A nadie debería quedarle protector solar de un verano a otro, considerando que este elemento debe ser parte de la rutina diaria de limpieza y protección de nuestra piel.

Sin embargo, si esto llegara a pasar, se debe tener mucho cuidado ya que el producto puede no estar en condiciones de ser utilizado, lo que generaría más de un problema.

Elementos claves a considerar

“El primer mito a derribar es que estos productos sí tienen fecha de caducidad, a diferencia de lo que muchos piensan. Lo normal es que, durante el verano, una persona ocupe más protector porque hay un tiempo mayor de exposición y los rayos llegan de forma más directa a la superficie”, explica Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada.

“En términos generales, no se recomienda utilizar un producto que ya ha sido abierto y puede llevar meses en esa condición, expuesto a factores externos”, agregó la especialista.

Lo primero que se debe verificar es el PAO (Period After Opening o el Tiempo de vigencia tras la Apertura), que se ilustra como un pequeño envase con la tapa abierta y que puede ser de tres, seis o doce meses.

“Este es el periodo que el fabricante garantiza que el producto mantiene la estabilidad, consistencia, eficacia y es seguro para el uso humano, siempre y cuando se haya conservado en buenas condiciones”, señala Molina.

No obstante, también aclara que este término no debe confundirse con la fecha de expiración del producto.

“La fecha de caducidad o vencimiento se refiere a la cantidad de tiempo que tarda un producto en dejar de funcionar como el fabricante lo describe o anuncia“, menciona la farmacéutica.

En el caso de los protectores solares, así como otros productos cosméticos y dermocosméticos, “ambos elementos deben ser considerados por los usuarios, tal como lo señala el Reglamento Europeo de Cosméticos, entre otras normativas”, añade.

El aspecto es otro factor a tener en cuenta. La mayoría de los protectores vienen en formato de cremas o spray, por lo que es fácil darse cuenta si existen alteraciones o mal olor.

Si la tonalidad se vuelve más amarillenta y la textura ha cambiado, volviéndose más pastosa o hay grumos en ella, no debe utilizarse. Molina enfatiza que “la crema debe mantener una estructura emulsionada y no debe tener mal color u olor. Si lo hace, puede ser resultado de contaminaciones bacterianas o fúngicas”.

Además, añade que “al estar en mal estado puede causar problemas como irritaciones o alergias. De hecho, sarpullidos, eritemas, enrojecimiento o picazón pueden indicar que el producto no sólo ha perdido su eficacia, sino que está afectando negativamente su piel”.

La farmacéutica también pone énfasis en la conservación de este tipo de productos: “Las condiciones de almacenamiento son importantes para mantener sus características. Entre ellas está el guardarlo en un lugar fresco, sin humedad y con una temperatura alrededor de los 22°C”.

En este sentido, el baño nunca es el lugar indicado para mantenerlos, ya que la humedad “puede hacerlos susceptibles de sufrir contaminación por hongos y bacterias, sobre todo si tienen alto porcentaje de agua en su composición”.

Por esto, es importante que este tipo de productos no se mantengan de un verano para el otro. “Generalmente, los sometemos a altas temperaturas, los guardamos en el baño o los volvemos a utilizar en la próxima temporada”, agrega Molina.

Por último, la facultativa recalca que, de ser usado de forma correcta, un protector no debería durar mucho tiempo.

“No podemos olvidar que se debe volver a aplicar cada vez que se sale del agua o que uno suda. Quizás si a alguien le sobra crema es porque no la está utilizando de forma correcta”, finaliza.