Todos cuando somos adultos empezamos a emplear el desodorante y es que el olor que pueden llegar a desprender nuestras axilas después de hacer deporte, o bien dependiendo de cómo haya sido o esté siendo nuestro día puede descolocar a cualquiera.

“Es algo que nos hemos autoimpuesto ¿Es necesario o no? Todo dependerá del olor corporal de cada uno y de lo cómodo que se encuentre. Es uno de los productos que usamos como rutina pero que en ocasiones es innecesario”, asegura en una entrevista con Infosalus la dermatóloga Andrea Combalia, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y autora de Piel Sana in Corpore Sano.

Según reconoce en este manual, la sudoración tiene “ciertas connotaciones negativas” y en consecuencia se han diseñado múltiples productos dirigidos al control de su secreción y a su olor.

“Los desodorantes, como su nombre indica, son productos diseñados para reducir o eliminar el olor. Lo hacen previniendo el crecimiento de las bacterias, que descomponen las secreciones, y enmascarando el olor con los perfumes. Contienen ingredientes que absorben la humedad, aunque no regulan la secreción del sudor. Con los desodorantes se controla el olor ¡Pero se suda igual!”, advierte esta experta.

Así, los diferencia de los antitranspirantes, que aparte de ser productos antimicrobianos, perfumes y otros componentes, poseen la capacidad de controlar la secreción de sudoración por su contenido en sales de aluminio.

“Los productos antitranspirantes actúan sobre las glándulas sudoríparas ocluyendo, de modo parcial y reversible, el conducto de la glándula y reduciendo así la cantidad de sudor producida. En definitiva, los antitranspirantes te ayudan a estar seco”, agregó.

En principio, subraya también la dermatóloga, pese a que estos productos son en principio “inocuos”, las sales de aluminio pueden irritar la piel, por lo que su uso prolongado no se recomienda en pieles sensibles.

“Además, ocluir los poros pueden ocasionar patologías más graves como las infecciones de las glándulas o la aparición de abscesos. Lo ideal, por tanto, es limitar su uso a situaciones que realmente lo requieran. Sudar es normal”, destaca Andrea Combalia.

Sobre la manida relación que se difunde entre el empleo de desodorantes y la aparición de cáncer, la también miembro de la European Academy of Dermatology and Venereology avisa de que nació tras un estudio publicado en 2004 que logró mucha repercusión, a pesar de que “científicamente estuviera mal diseñado”, al no diferenciar en el estudio el tejido sano del no sano, entre otros puntos, según detalla.

“En 2014 vieron la luz más estudios y con población más representativa y se vio que en condiciones extremas su uso no implicaba la aparición de cáncer porque el aluminio que contienen no pasaba a la sangre. Con lo cual no existe una evidencia científica que relacione el cáncer con el aluminio de los antitranspirantes”, agrega.

La dermatóloga Andrea Combalia resume en definitiva que debemos tener en cuenta que no todos los desodorantes son antitranspirantes, y que mientras el desodorante elimina el olor que producen las bacterias de la axila, los antitranspirantes bloquean el sudor. “Lo que se hacen son combinaciones de ambos, aunque en ocasiones no necesitamos estos productos”, concluye.