La humedad y los espacios cerrados nunca han sido amigos. Lo fundamental siempre en un hogar o cualquier espacio similar es que cuente con una ventilación adecuada. Incluso expertos han dicho que para protegernos de coronavirus debemos priorizar los espacios abiertos y/o ventilados.

Claro que no siempre puede ser así y muchas veces la humedad se toma las distintas dependencias de un hogar que no están bien ventiladas generando moho, el que puede llegar a ser muy tóxico para nuestra salud y no solo física.

En julio pasado, en conversación con Página 7, Tamara Pérez, inmunóloga de Clínica Biobío, explicó que “estos microorganismos son parte de la naturaleza y se reproducen en áreas de humedad interiores o al aire libre” y en las viviendas pueden encontrarse en superficies húmedas, como muros, techos, ventanas, telas, tapices, etc.

En cuanto a la salud, Pérez manifestó que “un grupo puede no tener ninguna manifestación, mientras otros, especialmente aquellos con un sistema inmune debilitado, alérgicos y/o portadores de patologías pulmonares crónicas, pueden presentar enfermedades respiratorias como: rinitis, sinusitis y/o asma”.

No obstante, esas no son las únicas manifestaciones ya que según la psiquiatra holística Judy Tsafrir, el moho tóxico también puede tener incidencia en síntomas de enfermedades mentales como depresión, ansiedad, problemas de atención, insomnio, entre otras, según consignó un artículo publicado en el sitio especializado Psychology Today.

De acuerdo a Tsafrir “la vulnerabilidad a la toxicidad del moho solo está presente en el 25% de la población, que en la mayoría de los casos, tiene una predisposición genética que inhibe la limpieza de biotoxinas. Una familia puede vivir en la misma casa con moho, pero solo un miembro de la familia se enfermará. Esto se debe a que esa persona es la única con la vulnerabilidad genética”.

En esa línea, indica que “las toxinas del moho pueden acumularse en el cuerpo”, lo que podría provocar daños en nuestro organismo aun cuando la exposición cese, ya que igualmente requiere un tratamiento prolongado. “Pero para todos, el primer y más crucial paso en el tratamiento, es identificar dónde se encuentra el moho y alejarse de él“, advierte.

La experta también diferencia entre las alergias al moho -que se deben a las esporas de moho que se inhalan y causan síntomas similares a la fiebre del heno- al moho tóxico, que se debe “a los vapores tóxicos volátiles producidos por el moho que pueden causar una respuesta inflamatoria crónica, una reacción autoinmune causada por la depuración deficiente de toxinas biológicas en individuos vulnerables”.

En ese sentido, esta toxicidad puede manifestarse con síntomas que -por error- son asociados a otras causas cuando en realidad se deben a una respuesta inflamatoria por moho tóxico.

Algunos de los síntomas más comunes de moho tóxico y respuesta inflamatoria crónica son fatiga, debilidad, dolor, calambres musculares, dolor inusual, dolores de cabeza, visión borrosa, dolor abdominal, dolor en las articulaciones, problemas de memoria, problemas de enfoque/concentración, confusión, desorientación, sensibilidad de la piel, oscilaciones del estado de ánimo, cambios del apetito, aumento de la micción, hormigueo, entre otros.

Una vez que se realiza el diagnóstico -por lo general a través de una muestra de microtoxinas presentes en la orina- el tratamiento es simple y con buenos resultados. Algunos enfoques de tratamiento recurren al uso de aglutinantes naturales como el carbón y la arcilla, que atrapan las micotoxinas y permiten que se excreten, así como probiótico. La segunda fase del tratamiento es antihongos, dice.