Desde que se desató la pandemia por coronavirus, se han identificado distintos síntomas que dan cuenta de un posible contagio. Fiebre, tos seca, cansancio, dolor muscular, dolor de garganta, diarrea, fatiga, entre otros.

El haber experimentado uno o más de estos síntomas durante varios días, podría indicar que fue un caso positivo de COVID-19 sin mayores complicaciones, sin embargo, es el último síntoma descrito el que se ha definido como el más preciso entre los contagios.

Así al menos lo aseguró un estudio realizado por científicos del Hospital St. James’s y del Trinity Translational Medicine Institute en Dublín, Irlanda, en el que se indica que el síntoma más certero para saber si alguna vez tuvo o no coronavirus es la fatiga.

La investigación concluyó que más de la mitad de los pacientes manifestaron algún grado de fatiga incluso después de dos meses y medio de haber dado positivo.

En el estudio que abarcó 128 participantes -49,5 sobre 15 años y el 54% de éstos mujeres- más de la mitad (52,3%) aseguró una fatiga constante a las 10 semanas después de los síntomas iniciales de COVID-19, momento en el que se esperaba que se hubieran recuperado.

Eso sí, entre las personas que reportaron haber sentido fatiga, no se registró asociación entre la gravedad del COVID-19. Esto es si las personas tuvieron que ser hospitalizadas o requerir ventilación mecánica en cuidados intensivos.

Consultada por Qué Pasa de La Tercera, la neuróloga de la Clínica Dávila y Clínica Vespucio, Evelyn Benavides, la fatiga no tiene que ver con la gravedad que experimentaron los pacientes al momento de la infección, pues se ha detectado fatiga en pacientes que hicieron COVID-19 leve y lo pasaron en su casa sin problemas y en otros casos de personas que estuvieran hospitalizadas.

En tanto, otro estudio de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, entre los 50 principales síntomas duraderos del coronavirus, la fatiga es el principal, siendo reportado por 1.567 de los 1.567 pacientes encuestados.

Hasta el momento, los especialistas dicen que no está claro por qué ocurre, y el tratamiento no radica en más que seguir una dieta equilibrada, alta en proteínas y, si es necesario, consumir complemento de vitaminas y oligoelementos.