Tras contraer matrimonio en 1947, la reina Isabel II y el príncipe Felipe dieron a luz a su primer hijo, el príncipe Carlos, un año después.

A ese nacimiento le siguió el de la princesa Ana en 1950, y desde entonces la pareja esperó una década para traer a otro hijo a la familia real. El príncipe Andrew nació en 1960 y cuatro años más tarde llegó a este mundo el príncipe Eduardo.

Pero ¿cuál fue la razón de tanta espera? Resulta que la verdad tras este extenso periodo de tiempo que dejaron pasar entre el segundo y tercer hijo, tiene que ver con una dolorosa disputa familiar.

De acuerdo al libro Elizabeth, The Queen (2012) (Isabel, La Reina) de la biógrafa real Sally Bedell Smith, el drama se gestó cuando luego de la muerte del padre de la reina, el rey Jorge VI, falleció e Isabel II tuvo que ascender al trono en 1952.

La dolorosa razón por la que la reina Isabel II y Felipe esperaron 10 años para tener un tercer hijo
AFP

Felipe de Edimburgo quería que sus hijos reales llevaran el apellido de su familia, es decir, Mountbatten. Sin embargo, el entonces primer ministro Winston Churchill, junto a la abuela y madre de la reina Isabel, estaban convencidos que el apellido de la familia real debía seguir siendo Windsor, consigna el medio británico Daily Sunday Express.

Tras esta convicción, la reina se puso del lado de su familia y, por ende, rechazó el deseo de su propio esposo, lo que significó un gran dolor para él.

El 9 de abril de 1952, la monarca emitió una declaración pública en la que confirmó que “sus hijos serán presentados y conocidos como de la familia y casa de Windsor“.

Según la biógrafa, en ese entonces Felipe se sintió desconsolado y comentó con algunos amigos que se sentía como una “ameba”, ya que era “el único hombre en el país que no podía dar su apellido a sus propios hijos”.

Asimismo, Bedell Smith escribió que el tío del duque, Earl Mountbatten, creía que este “retraso” de una década en tener hijos, después de la princesa Ana fue el resultado del descontento del duque sobre el tema del apellido.

Ocho años después, cuando la reina estaba embarazada de Andrew, decidió pedirle al entonces primer ministro Harold Macmillan, que revisara el “tema del apellido” porque la situación seguía molestando a Felipe.

En este contexto, MacMillan habría escrito en su diario (consignado por la biógrafa) que “la reina solo desea hacer algo para complacer a su marido, de quien está desesperadamente enamorada (…) Lo que me molesta es la actitud casi brutal del príncipe para con la Reina sobre esta situación“.

El “problema” derivó a su adjunto, el canciller de ese tiempo Rab Butler, y en febrero de 1960 se determinó en el Consejo Privado que tanto Felipe como los descendientes masculinos de Isabel que no posean títulos reales, llevarán el apellido Mountbatten-Windsor.