De seguro más de alguna te hiciste la misma pregunta, y finalmente un trío de científicos británicos aseguran haber dado con la respuesta a esta especial característica de nuestras extremidades.

Se trata de los neurocientíficos Daniel Netle, Kyriacos Kareklas y Tom Smulders del Centro de Comportamiento y Evolución, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Newcastle, quienes llevaron a cabo una investigación para determinar a qué se debe esta característica.

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De acuerdo a un artículo publicado en la revista especializada “Biology Letters” de la Royal Society Publishing, la piel de los dedos, de manos y pies, reacciona bajo el agua, pero no se sabía con claridad a qué se debía.

Anteriormente se pensaba que las arrugas se formaban por una reacción bioquímica que implicaba una hinchazón de la primera capa de la piel, sin embargo, recientemente se demostró que una disminución del volumen de la yema del dedo era causada por una vasocontricción controlada por el Sistema Nervioso Central.

De acuerdo a LUN, los científicos señalaron que si la piel hidratada tenía un coeficiente de fricción más alta que la seca al estar en contacto con el agua, podría permitir una menor fricción por su lubricación acuosa.

En converación con el medio, Smulders indicó que llegaron a la conclusión de que “las arrugas permiten que el agua escurra de mejor forma entre los dedos y los objetos“. Respecto a cuál sería la necesidad de esta característica, el investigador indicó que va a depender si compartimos o no la característica con otros mamíferos como los primates, sin embargo, si fuéramos solo nosotros, “podría tener relación con la búsqueda de comida en las orillas de playas y ríos“.

Para el estudio, primero tomaron como base la investigación del neurobiólogo Mark Changizi, del 2AI LABS de Estados Unidos, en el que se señala que hubo una adaptación. “Propuso que los dedos de manos y pies pudieran cumplir una función. Analizó las formas de las arrugas y sugirió que pudieran cumplir la misma función que los rodamientos de neumáticos de los automóviles bajo la lluvia“, indicó Smulders.

En base a lo anterior, experimentaron la transferencia de 45 objetos de diferente tamaño, en la que participaron 20 personas de entre 21 y 34 años, quienes estuvieron con sus manos sumergidas durante 30 minutos. Se sometieron a cuatro pruebas diferentes y extrajeron objetos desde recipientes con o sin agua y con dedos con y sin arrugas.

¿El resultado? Aquellos con ‘dedos arrugados’ tomaron objetos más rápido desde el bowl con agua. En tanto, en la prueba de extraer objetos del bowl seco, las arrugas no marcaron mayor diferencia. Por ende, “esto sugiere que las arrugas nos ayudan a manipular de mejor forma los objetos en el agua porque permiten que escurra de mejor forma entre deddos y objetos“, detalló el neurocientífico.