Fue el 19 de diciembre del año pasado que Jairo Sepúlveda murió al caer desde el balcón del departamento de Ruth Gamarra, ubicado en Lo Barnechea. A 10 meses del accidente, la ex Mekano reveló cómo ha vivido la trágica pérdida de su pareja.

En conversación con Las Últimas Noticias, reconoció que luego del shock inicial vino un largo período de recriminaciones, ataques de pánico, visitas al psiquiatra, y el amor y contención de su familia.

“Hasta abril no tenía ganas de levantarme de la cama. Me costó muchísimo retomar mi trabajo y mi vida, porque realmente no tenía fuerzas. Fue un trauma horrible“, dijo Ruth, añadiendo que era más difícil sacarse la imagen de la cabeza, pues todo ocurrió en su casa.

Por otro lado, señaló que nadie espera que pasen accidentes así. “Era un chico tan joven, tan bueno. La forma en que murió fue muy sorpresiva. Se tropezó y cayó… La vida es tan frágil. Se fue en dos segundos”, recordó.

Es por eso que la paraguaya siente que “hay que dar gracias a Dios cada día por despertarse, por tener familia. Hay que valorar más el amor de la gente que uno quiere. Pese a todo, hoy me siento bien y hay que seguir”.

 

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Ruth Gamarra contó cómo salió adelante

“Lo que me salvó fue el apoyo de mi hija (Kiara), de mis dos nietos, de toda mi familia, de mis amigos y sobre todo retomar lo que a mí más me gusta, que es mi trabajo. Este año tomé una responsabilidad grande en Barrio Italia. Eso me ayudó a estar con la cabeza ocupada”, confesó Gamarra.

En esa línea, la modelo contó que su hija la socorrió en su primera crisis. “Kiara vive a dos cuadras de mi casa, entonces siempre estaba ahí. Me acuerdo que ella me asistió en el primer ataque de pánico que tuve. Estaba en el departamento y sentí que moría, no podía respirar”, afirmó.

Según su relato, la joven pasó a la farmacia a comprar clonazepam, que había recetado la psiquiatra para esos casos. Con el medicamento, ya pudo calmarse.

Pero a todo eso se suma la parte emocional del duelo. “Primero traté de soltar los dolores. Yo sé que eso es difícil. Por eso el siquiatra me aconsejó que si, por ejemplo, tenía ganas de llorar, llorara”, contó Ruth.

“Si uno se guarda la pena es para peor. Traté de soltar todo lo que pude y después traté de mantener mi cabeza en el trabajo. Por mí y por mi familia”, cerró.