“Me enamoré de este país”, dice María José Terré desde Kenia. La periodista, recordada por su participación en el programa 21 Días, lleva más de dos años viviendo allí, donde se encontró una cruda realidad.

“Generalmente, tenemos la idea de que los países africanos se encuentran dentro de los más pobres del mundo, pero no entiendes la magnitud de ese concepto hasta que lo ves con tus propios ojos”, comienza explicando la comunicadora a Página 7.

Terré cuenta que su primera vez en Kenia fue en 2019, para hacer un voluntariado con Water is Life, con quienes comenzó un proyecto que la llevó a regresar en 2020.

Ella cuenta que la idea era “traer viajeros que quisieran tener una experiencia de vida diferente y al mismo tiempo que descubrir actividades turísticas que este país tiene de sobra”.

“Cuando las personas deciden viajar a África, generalmente optan por Sudáfrica como destino y yo quería mostrarles algo distinto, un África más real y lleno de sorpresas, que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo”, explica.

La periodista cuenta que finalmente, debido a la pandemia, no pudo retornar a Chile, por lo que se empapó más de la realidad de Kenia.

 

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“Me di cuenta de que la realidad de extrema pobreza que la gente vivía y el problema de la falta de agua necesitaba de una presencia completa por parte de alguien de la ONG que pudiera desarrollar y liderar los proyectos”.

La difícil vida en Kenia

Debido a lo anterior, es que decidió quedarse para cumplir esta labor, aunque su estadía en el país africano no ha sido sencilla.

Vivir aquí no es nada de fácil. Es un país donde la corrupción ocupa un lugar importante. Nos han estafado abogados, nos han traicionado personas que han formado parte de la ONG, en quienes crees que puedes confiar, no cumplen con lo prometido, te cobran precios muchísimo más altos por ser extranjero y todo es tremendamente lento”, confiesa.

“Hay falta de educación para realizar las distintas tareas al estándar de un país más desarrollado, todo es trabado y nunca tienes certeza de lo que va a pasar, porque no hay una autoridad ni una legislación que se respete. Para pedirle ayuda a un policía en caso de algún problema, tienes que pagarle, y aun así, no sabes si te va a ayudar, lo que es muy frustrante”, agrega.

Sin embargo, todas estas experiencias la han llevado a sacar diversos aprendizajes. “Han sido tantos, pero principalmente he aprendido de las personas. Mucho. Son felices con lo simple“, cuenta Terré.

Para graficar lo anterior, cuenta que la gente vive con dos dólares diarios, por lo que ni siquiera con la pandemia de COVID-19, pudieron quedarse en sus casas.

“Las personas no podían dejar de salir a la calle a trabajar, porque se habrían muerto de hambre. Pero, por otra parte, ha sido un constante descubrimiento. Ver que esas personas igual sonríen, hacen su trabajo de buena manera y te saludan de forma respetuosa cuando caminas por la calle”, expresa.

 

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Esto mismo, le hizo ser más agradecida. “Ser testigo de realidades tan extremas y de una pobreza que no he visto en otra parte del planeta, me ha hecho valorar lo que tengo, nunca más me metí a la ducha sin dar gracias por tener agua en cantidades saliendo de un chorro desde arriba y más encima caliente. Literalmente es un lujo”, indica.

Asimismo, plantea que “he aprendido de cuánto soy capaz. Creo que el lograr lo que sea que nos propongamos es responsabilidad de uno mismo. Y si quieres algo de verdad, vas a encontrar la forma. Si no, vas a buscar una excusa”, reflexiona la profesional a más de 11 mil kilómetros de distancia.

Terré y su pronto regreso a Chile

Respecto a cómo es un día normal para ella en dicho país, asegura que todos sus jornadas son distintas: “A veces puedo ir al gimnasio o a correr por el bosque en la mañana. Otras veces vamos a terreno a visitar las poblaciones, aldeas y escuelas donde desarrollamos los proyectos de Water is Life”, asevera.

También cuenta que puede trabajar desde su casa, un café o que puede tener reuniones en oficinas o restoranes de la ciudad.

Todo cambia dependiendo de cuáles sean las necesidades de mi trabajo, que combino con el periodismo de viajes y la promoción de mis libros. Tengo mi grupo de amigos, armamos distintos panoramas, los fines de semana hacemos paseos, celebramos cumpleaños, vamos al cine o simplemente me quedo descansando con un libro y una buena película”, relata.

¿Ha pensado en volver al país en el corto plazo? Ella contesta entusiasmada: “¡Sí! ¡Y estoy feliz! Iré en un par de meses, porque vamos a desarrollar un proyecto para llevar soluciones de agua potable a algunos campamentos de la región de Valparaíso”, dice.

“Es un proyecto en alianza con Betterfly y Techo que va a impactar la calidad de vida de cientos de personas, los que nos tiene muy contentos”, detalla.

Por último, no esconde sus ganas de ver a su familia: “Echo de menos a mi familia, pretendo pasar Navidad allá y aprovechar de compartir con las personas importantes de mi vida. Es mi casa, a donde vuelvo cuando necesito recargarme de ese cariño y apoyo incondicional para poder seguir adelante con todo lo que se nos viene el próximo año”, sentencia.

 

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