Este miércoles en De Tú a Tú, Martín Cárcamo tuvo de invitada a la reconocida actriz nacional Tamara Acosta, quien abrió su corazón para hablar de diversos temas que han marcado su vida, como lo difícil que fue para ella convertirse en madre a los 40 años, con fertilización asistida.

“La maternidad para mí fue un golpe. Con todo lo maravilloso que es ser mamá, también tiene una carga de responsabilidad, de miedo. Yo no sé si le pasa a todas las mamás, yo creo que sí, pero como yo tengo una sola hija, y como nos costó tenerla, fue un milagro de la ciencia, no sé, para mí fue un cambio súper importante”, partió confesando la actriz a Martín.

Acosta contó que estuvo 10 años en pareja con ‘Tebi’ (Sebastián Araya) antes de tener a su hija Olga. Dice que nunca pensó, ni trató de tener hijos, hasta que se detuvieron y se preguntaron si querían o no ser padres, “como ya éramos mayores para tener hijos, nos fuimos los dos a hacer unos estudios, como para ver si estaba todo bien”.

Y agrega, “el doctor nos llama y nos dice, ‘hay un problema, vengan a verme’. Y nos dice que los espermios son deformes y no se mueven, o sea, cero posibilidad. ‘Ustedes no tienen posibilidad de embarazarse naturalmente’”.

Fue ahí que la pareja empezó a intentar con un tratamiento de fertilización asistida, el que con altos y bajos logró lo esperado y la pareja pudo tener a su única hija.

No obstante, tras esa lucha vino otro duro golpe para Tamara y su familia: la depresión posparto. “¿Qué te pasa cuando vez por primera vez a tu hija?”, le preguntó Martín. Tamara respondió: “Es loquísimo, yo dije: ¿quién es esta persona? Es un amor infinito”.

Y agregó: “Empecé a sentir mucha angustia, mucho miedo, aparte de este amor infinito, eran las dos cosas mezcladas. Una ambivalencia terrible una sensación de catástrofe, un miedo a que pasara algo. Es una sensación rarísima que tiene que ver con la depresión de un parto, básicamente, una sensación como que iba a suceder algo terrible, en general”.

Tan potente fue este cuadro que la actriz no quería soltar a su hija por miedo. “Yo creo que pasé un mes con la guagua en brazos y como aterrorizada, no me podía mover, como dando teta petrificada de miedo. Y sin soltar a la guagua, ni siquiera se la soltaba al ‘Tebi’. Me daba miedo soltarla, me daba miedo dejarla, dejarla en la cuna”.

Para ella, que vive con una depresión endógena, era más probable pasar por este episodio, por lo que Martín le consultó cómo hizo para salir adelante, a lo que ella contestó que con medicamentos, ya que sino no hubiese podido seguir amamantando.

Cabe señalar que hace 20 años, la misma Tamara le reveló a Martín que padecía de depresión endógena, algo que comenzó a manifestarse en su adolescencia, como a las 13-14 años.

“Sentía mucha tristeza, mucho sin sentido, el sentir que nada tiene sentido. Me sentía muy sola, me encerraba harto, lloraba harto –sola- sin saber por qué. Por una pena profunda que podía durar meses. Y después durante mucho tiempo, hasta los 30, por un episodio de depresión mayor, me diagnostican una depresión recurrente. Ahí sí era sin poder moverse, con crisis de angustia, crisis de pánico y sin poder levantarse de la cama. Ni siquiera te puedes levantar, bañarse es como subir el Everest. Y la sensación de que no quieres estar en la vida. El dolor es tan grande que uno trata de que cualquier cosa que aplaque ese dolor es mejor que esto”.

¿Pensaste en el suicidio?”, le preguntó Martín.

Sentí ganas de no estar. No pensé como, voy a hacer esto para no estar y suicidarme, pero sí algo que me aliviara… y si hubiese tenido algo que me aliviara, sí. Y ese es el peligro de las depresiones, que terminan en suicidios porque no se soporta”, responde Acosta.

¿A qué te refieres con algo que te aliviara?”, insistió Cárcamo.

“No planifiqué un suicidio pero recuerdo haber ido manejando y haber pensado -y tener las ganas- de soltar (el manubrio). Y tuve la lucidez de decirme a mí misma, ‘chuta, ojo’. Ahí me internaron, estuve unos días en una clínica porque yo llamé al psiquiatra y le dije, ‘está grave la cosa, estoy con pensamientos suicidas’. Y ahí es cuando me regulan los medicamentos, pero fue lo que me salvó”.

Y agregó: “Cuando empiezas a sentirte un poquito mejor, es como nacer de nuevo. Empiezas a palpar la vida, nuevamente. Pero uno viene como salido de una operación a corazón abierto, hecho mierda“.

Acosta comentó que al diagnosticarle la depresión sintió un alivio: “Sentí que me decían que tú no estás loca, que no eres complicada, no. Tú tienes una enfermedad y esta enfermedad se trata de esta manera, listo. Uno aprende a conocerse también y uno sabe cuáles son los límites“.