Donald Trump reconocerá este miércoles a Jerusalén como capital de Israel, pese al aluvión de advertencias sobre el riesgo de un estallido de violencia y la reacción de los países musulmanes que hicieron del estatuto de la Ciudad Santa su “causa común”.

“No puedo callar mi profunda preocupación por la situación que se ha creado” en torno a Jerusalén, dijo el papa Francisco durante su audiencia semanal. “Hago un llamado desesperado para que todos se comprometan a respetar el statu quo de la ciudad, en conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas”, agregó.

La voz del papa fue solo una de las que se alzaron el miércoles para alertar sobre las posibles consecuencias de un cambio de estatuto de esta ciudad, que además de albergar los lugares santos de las tres grandes religiones monoteístas -incluido el Santo Sepulcro- es un polvorín diplomático.

En una intervención prevista para la tarde de este miércioes en la Casa Blanca, Trump debe romper con décadas de diplomacia estadounidense e internacional y reconocer Jerusalén como capital de Israel.

A diferencia de otros presidentes estadounidenses que habían hecho la misma promesa, cumplirá así una de sus compromisos electorales, con el “reconocimiento de una realidad” histórica y contemporánea, afirmó un responsable estadounidense que pidió mantener el anonimato. Retrasar este reconocimiento “no ha contribuido en nada, durante más de dos décadas, a alcanzar la paz”, defendió.

Cuestión pasional

El presidente estadounidense ordenará también que se prepare el traslado de la embajada de su país de Tel Aviv a la Ciudad Santa. No fijará sin embargo un calendario para esta mudanza, que podría tardar “años”.

En un esfuerzo aparente por calmar a los palestinos, Trump está dispuesto a respaldar “una solución de dos Estados” sin imponer nada a nadie, afirmó este responsable. Hasta ahora, para gran frustración de los palestinos, había evitado adherir a la idea de un estado palestino independiente, la solución privilegiada por la comunidad internacional.

Trump “está muy comprometido a favor del proceso de paz en Oriente Medio”, aseguró este miércoles el jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, en la sede de la OTAN en Bruselas. “Seguimos creyendo que existe una muy buena oportunidad de hacer la paz y el presidente tiene un equipo que está totalmente dedicado a eso”, insistió.

Los expertos coinciden en señalar que las decisiones de Trump deberían tener un impacto diplomático limitado y que solo conciernen a Estados Unidos. Pero la cuestión de Jerusalén y en particular de sus lugares santos es profundamente pasional.

Cualquier reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel es un casus belli para los dirigentes palestinos, que reivindican Jerusalén Este, ocupada y anexionada por Israel, como la capital del Estado al que aspiran. Los grupos palestinos convocaron manifestaciones a partir de este miércoles.

La comunidad internacional nunca reconoció a Jerusalén como capital de Israel y considera Jerusalén Este como un territorio ocupado. Israel por su parte proclama todo Jerusalén, Oeste y Este, como su capital “eterna e indivisible”. La ONU repitió este miércoles que el estatuto de la ciudad debe ser negociado entre israelíes y palestinos.