Un asesinato enluta a la comunidad de Rosario, Argentina, luego de que un joven de 16 años viera morir en sus brazos a su hermano de 13, tras quedar en medio de una balacera.

El hecho ocurrió a mediados de la semana pasada, cuando los adolescentes jugaban en el barrio en que vivían, una vez que el pequeño Lucas pidiera salir tras estar todo el día encerrado por un leve resfrío.

Javier Vega, hermano mayor de la víctima, comentó al medio argentino Clarín, que recuerda muy latentes las imágenes de la balacera, donde él resultó con una herida en una pierna.

“No me puedo sacar esa imagen de encima, me persigue. Sueño con mi hermanito, tengo pesadillas con los disparos y me despierto agitado. Mirá que este barrio Emaús es pesado, pero lo del lunes pasado no lo habíamos vivido nunca. Justo salimos en ese momento, justo le pedí a mi mamá salir un rato a tomar aire”, lamentó el joven.

Un angustiante relato de la balacera

Consultado sobre cómo ocurrió el incidente, Lucas sostuvo que el impacto de bala llegó desde un auto. “Lo seguí con la mirada, al toque asomó el revólver y empezaron los tiros. Me escondí en un paredoncito sobre la calle Génova, casi esquina González del Solar”, dijo.

Y añadió: “Vi a Lucas correr medio desesperado, alcancé a gritarle, creo que ‘tirate al piso’ o algo así, pero siguió corriendo unos treinta metros… Fui a buscarlo y justo cayó dentro de un pasillo que lleva a una casa. Los tiros seguían y no me había dado cuenta de que estaba con la pierna herida”.

“Fui el primero que lo vio a Luquitas y me tiré encima de su cuerpo, intentando protegerlo… Lo miré, pestañeaba mucho, le grité, le moví los brazos, tapé la herida en el pecho, sangraba un montón. ‘¡Luqui, hermanito, no cierres los ojos, aguantá, por favor aguantá, que ya viene papá!’, le decía. Él me miraba, estiró los brazos, cerraba los ojos, no podía sostener la mirada”, recordó con angustia el adolescente.

Asimismo, la otra hermana de la víctima, Laura, señaló que ella intentó reanimar al pequeño mientras estaban trasladándolo en un vehículo particular.

“Yo le hablaba a Luquitas en el auto, estábamos en la parte de atrás, pero ya no reaccionaba, para mí ya estaba muerto, pero le seguíamos apretando el pechito”, dijo emocionada.

Finalmente, Javier remarcó que la pérdida de su hermano es un daño irreparable para él y su familia. “Yo zafé, lo mío es este agujero (en la pierna), ya me voy a poner bien, pero acá las muertes seguirán, si no se hace nada. Ahora -atardecer del lunes- la cuadra está muerta, nadie asoma la cabeza, hay un miedo general. Nadie se anima a pisar la vereda a esta hora, esto es un territorio en guerra. Hace una semana asesinaron los sueños de mi hermanito”, concluyó.