Fue en marzo del año pasado que el alcalde de La Florida, Rodolfo Carter, reveló que estaba en trámites de poder adoptar un niño del Sename.

Y finalmente lo logró, ya que fue hace algunos meses que se convirtió en padre de dos hermanos de sangre: María Ignacia y Felipe.

En conversación con La Tercera, contó cómo fue tomar la decisión. “Tenía una buena pega, un auto rico, pero (…) pensé: no tengo nada. No tengo descendencia. Yo siempre quise ser papá y por las razones que sea, nunca había llegado el momento. Me quedé con una angustia muy profunda”, dijo.

Luego contó que una amiga le dijo que iba a ser mamá tras adoptar a un menor de edad del Sename y ahí le surgió la idea.

Al ir a la primera charla para iniciar el proceso, sostuvo que “mi primera impresión brutal fue lo diversos que eran los papás. Yo diría que un 60 y algo por ciento deben haber sido parejas heterosexuales, y un 20% o 25%, parejas de un mismo sexo… Y como nos tocó todo el estallido durante un buen rato, el proceso era bien inestable”.

Carter precisó que se “hace un cruce entre lo que uno dice que quiere y los niños que están disponibles. Hoy, la adopción tiene más que ver con niños que se declaran en abandono por problemas sociales o abandono de los padres, son niños más grandes, varias veces hermanos”.

El encuentro con María Ignacia y Felipe

Finalmente, llegaron a su vida los hermanos María Ignacia, de 10 años, y Felipe, de nueve. “Ellos saben por qué fueron a una residencia Sename y yo siempre he querido que lo sepan. Hay una historia de mucha pena para ellos, especialmente para la Igna, porque tiene conciencia de que había violencia en la casa”, contó el alcalde.

De hecho, sostuvo que los niños “terminaron en una situación de abandono, de no tener qué comer, y finalmente fue el Estado el que tuvo que intervenir. Estuvieron un tiempo en una residencia en Rancagua y después los movieron a una Aldea SOS en Curicó. Y la última vez que su mamá fue a verlos, fue hace cuatro años”.

Si bien sostuvo que “de repente me toca ponerme medio pesado cuando no hacen las cosas bien. Pero el momento más bonito, creo, es en las mañanas y en las noches, en que les cocino y comemos juntos. Y hay pocas cosas más lindas para mí, como papá, que cuando Felipe me dijo ‘papá, tápame’. Era algo para lo que yo no estaba preparado, nunca me imaginé que me iba a tocar”.

Para finalizar, sostuvo que “ha sido un proceso maravilloso, repleto de aprendizajes y me esfuerzo cada día para ser el mejor papá posible para mis niños“.