Este órgano es uno de los componentes más importantes del cuerpo, ya que realiza más de 500 funciones: es la razón por la que procesamos cerveza y chocolate sin morir intoxicados (como le ocurriría a un perro), además de almacenar vitaminas solubles en grasa (A, D, E y B12), regular tu presión arterial y metabolizar cada cosa que comes.

En resumen: sin hígado no vives. Y como las donaciones de órganos no son muy generosas en nuestro país, tu deber es cuidarlo de la enfermedad hepática que más sufren los chilenos: el hígado graso.

Lee también: Jabones antibacterianos podrían exponerte al cáncer de hígado, según estudios

Como su nombre lo indica, esta enfermedad se trata de la acumulación de grasa en las células del hígado, produciendo anomalías en su funcionamiento. Si la tienes, debes saber que es posible revertirla con medicamentos y dieta. En cambio, si no se trata, se puede agravar y producir cirrosis hepática.

La Sociedad de Gastroenterología Chilena aclaró que tres de cada diez chilenos que van a una consulta de esta especialidad lo hacen por este problema y no sólo le ocurre a mayores de 45 años, también a adolescentes. Así que si quieres estar fuera de estas negras cifras, pon atención a las señales de alerta que resumieron en Entre Mujeres, el portal femenino de Clarín.

Muchas personas no presentan síntomas, por lo que es importante estar atento a estos factores de riesgo:

1.- Ser una mujer de mediana edad con sobrepeso

Porque las féminas tienen mayor tendencia a padecerlo y las posibilidades aumentan con la edad y la alimentación poco saludable.

Holly Lay (cc) | Flickr
Holly Lay (cc) | Flickr

2.- Tener diabetes

El hígado graso es parte del síndrome metabólico, donde el paciente se caracteriza por sufrir al mismo tiempo varios de estos problemas: diabetes, hipertensión arterial, obesidad y altos niveles de colesterol. Es un círculo vicioso en el que es fácil caer una vez que se tiene uno de esos factores.

3.- Tener familiares que padecen de hígado graso.

Aunque no sea una enfermedad hereditaria, este factor te predispone, porque es común que las familias compartan hábitos alimenticios.

 Otros síntomas a los que hay que ponerle ojo: Sufrir fatiga de manera persistente, sentir malestares en el abdomen (sector superior derecho) y obtener pruebas hepáticas alteradas en un examen de rutina.

¿Cómo prevenirlo?

Hay alimentos que debes eliminar de tu vida cotidiana: azúcares refinados (presentes en bebidas, comida chatarra, dulces), carbohidratos en exceso, grasas de origen animal y alcohol. En cambio, debes aumentar el consumo de verduras, pescado, yogur y frutos secos.

Aumenta la actividad física: ser sedentario te expone al sobrepeso y diabetes.

Toma medicamentos sólo cuando sea indispensable: los analgésicos, antiinflamatorios y estrógenos pueden ser dañinos para el hígado, así que no corras a usar Paracetamol cada vez que te duele la cabeza.
Vacúnate contra la hepatitis A y B.

Dietas recomendadas
La dieta mediterránea es una de las más idóneas. Ésta se caracteriza por incluir aceite de oliva, pescado, legumbres, vegetales, frutas, cereales, vino tinto en cantidades moderadas, y un bajo consumo de carne y productos lácteos.

Mealmakeovermoms (cc) | Flickr

Otra buena opción es la dieta japonesa, que se caracteriza por concentrar las calorías en el desayuno: éste suele incluir sopa miso (puede reemplazarse con un consomé de verduras), arroz, huevo o pescado, vegetales, frutas y té verde. Tampoco se alimentan hasta hartarse, sino que se detienen al llegar al 80% de la capacidad de su estómago, práctica llamada hara hachi bu.

Avlxyz (cc) | Flickr