Desde pequeños escuchamos que no podemos partir el día sin tomar un buen bol de cereales o sino todo nos saldrá mal: que engordaremos, que nuestro metabolismo se alterará, que no podremos concentrarnos en clases o en el trabajo y así un largo etcétera.

Hasta que una investigación estadounidense llegó a revolver el gallinero: hemos sobrevalorado el desayuno, ya que no es la comida más elemental de la vida.

Para comprobarlo, investigadores de la Universidad de Alabama reunieron a 300 voluntarios que intentaban perder peso. Algunos tuvieron que saltarse esta comida, otros siempre consumirla y otros no tenerla al comienzo del estudio.

Seis semanas después, los sujetos tuvieron que regresar al laboratorio para ser pesados: ninguno de ellos varió mucho la masa corporal, ni siquiera los que se saltaban el Santo Grial de la nutrición siempre, tal como consignó el portal noticioso New York Times.

Como si este golpe a nuestras creencias no fuera suficiente, la Universidad de Bath decidió seguir indagando en este asunto, haciéndole un seguimiento a las tasas metabólicas, niveles de colesterol y azúcar en la sangre de 33 participantes. Al azar, escogieron quiénes no tomarían desayuno y cuáles sí.

Seis semanas después de este experimento, registraron los resultados: sus niveles seguían iguales. Lo que sí marcó la diferencia, es que las personas que comían en las mañanas se movían más durante estas horas, quemando las calorías consumidas; mientras que quienes no lo hacían, eran menos activos en este horario, pero comían de manera normal el resto del día.

Ambos estudios fueron publicados en la Revista Americana de Nutrición Clínica. Si bien los realizaron en cortos periodos de tiempo y con muestras pequeñas, se espera que pronto puedan aplicarse a mayor escala, para así poder gritar a los cuatro vientos: ¡Da lo mismo cuánto comes en las mañanas!