Cuando a Jessica Greaney (19) le comenzó a picar el ojo izquierdo, pensó que tenía una infección común. Pero como el dolor y el enrojecimiento perseveraba, decidió ir al médico, donde se enteró que no tenía una bacteria ni una úlcera en este órgano… sino que un peligroso parásito.

Jessica había desarrollado una queratitis por Acanthamoeba, parásito que si no es erradicado pronto, puede significar la pérdida de la visión o la necesidad de remover el ojo, tal como detalla el medio inglés Metro. Para rescatar su visión, debió pasar por dolorosos tratamientos, los cuales incluyeron sujetar el ojo abierto y raspar las capas de tejido con un bisturí.

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Esta estudiante de la Universidad de Nottingham debió echarse decenas de gotas para salvar su córnea. El tratamiento era tan terrible, que durante 4 días Jessica no pudo dormir. “Era bastante raro, era un dolor constante. Mi ojo se estaba cerrando por su cuenta. No podía mantenerlo abierto”, explicó.

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“Pensé que iba a ser una infección normal del ojo, pero uno de mis amigos dijo ‘voy a llevarte al hospital, no quiero que nada te pase’”, relató. Eventualmente, los médicos le permitieron continuar el tratamiento en su hogar, donde debe echarse 22 gotas al día.

Cabe destacar que aunque su ojo fue salvado, el parásito continúa en él. Pero, ¿cómo se lo contagió? La joven cree que habría estado contaminada el agua con la que limpiaba sus lentes de contacto. Es por esto que declaró en su cuenta de Facebook “para cualquiera que utilice lentes de contacto, por favor sean cuidadosos cuando los limpien y asegúrense de no usarlos en exceso”, agregó.

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